En los Panamericanos entramos todos los chilenos, pero en la nueva constitución no

Estamos a poco más de un mes del plebiscito constitucional que definirá si Chile elige o no la constitución escrita con el puño y la letra de la ultraderecha; y mientras aún faltan partidos y líderes políticos que tomen posición, somos testigos de una de las obras más bellas que haya producido el país en toda nuestra historia: los Juegos Panamericanos de Santiago 2023. El evento, con sus estadios llenos de familias aplaudiendo el valor del deporte y la vida sana, ha resultado un verdadero bálsamo sobre nuestras mentes tan recargadas de la energía de la mezquindad y la bajeza política.

Porque si hay una emoción que va a regir la campaña para el plebiscito será la de la mezquindad del texto sobre el que tenemos que dirimir. Una propuesta que hizo caso omiso del mensaje entregado por Chile el 4 de septiembre de 2022, cuando casi el 62% de chilenos y chilenas rechazó una carta magna que, si bien garantizaba amplios derechos sociales, no fue capaz de incorporar las ideas y valores de una parte de la sociedad. Al quedar en una exclusión prácticamente total, la derecha se cuadró rápida y efectivamente en contra, sacando provecho a sus debilidades técnicas, creando temores cercanos a lo fantasioso en la población, y prometiendo de todo corazón que si triunfaba el rechazo ellos harían una nueva constitución responsable, que iba a incorporar todas las sensibilidades del país, una carta magna que en lugar de dividirnos nos iba a unir. Un año después han quedado como los más grandes mentirosos.

Hoy tenemos una propuesta de nueva constitución que ni siquiera es capaz de unirlos a ellos como sector, lo que habla mejor que cualquiera de nosotros sobre la calidad social de lo que han escrito y el tono y dirección política con que lo hicieron. Hace unos días tres senadores de derecha, Rojo Edwards, Alejandro Kusanovic y Juan Castro, ya se descolgaron del A favor asegurando que “no podemos aprobar una Constitución que traiga estos niveles de incertidumbre, postergue las urgencias sociales y ponga en peligro la libertad”.

Desde otra vereda política, por su parte, ya han dicho que no a la propuesta de Republicanos más Chile Vamos diversos referentes del centro y la ex Concertación, como el ex canciller Ignacio Walker y el expresidente Ricardo Lagos. “No tiene sentido sustituir una Constitución de derecha por otra Constitución de derecha. No tiene sentido reemplazar la Constitución de Jaime Guzmán por la de José Antonio Kast. Hay de por medio 200 años de tradición republicana”, dijo Walker sobre un proyecto que considera “partisano” ¿Y qué dijo Lagos? “Yo siento una gran decepción ante la forma como ha concluido este proceso para crear una nueva Constitución. Lo que tenemos hoy es el texto de un sector que se cree con el derecho de imponer su veto al resto de los chilenos“.

Entonces, si las ideas de la nueva constitución no son ni siquiera capaces de generar un consenso mínimo entre las diversas versiones de la derecha hegemónica, relevantes sectores del centro y el mundo exconcertacionista ¿A quién representa realmente un texto que según las encuestas no capta ni siquiera la base de la votación de José Antonio Kast? ¿Es un texto hecho a la medida de Kast y sus aspiraciones presidenciales? ¿Es el texto que conforma al numerario del Opus Dei Luis Silva y la directiva de Republicanos? Todo indica que sí.

No podría ser otra manera si desde el primer día de su triunfo electoral -aquel logrado gracias al provecho sacado a la crisis de seguridad que terminó con dos carabineros muertos en una semana- los consejeros de Kast, dichosos, afirmaron que harían valer su mayoría, contradiciendo el principal eje de la crítica del rechazo hace una temporada.

No podría ser de otra manera si no se escuchó un ápice del parecer de los movimientos sociales y representantes de la izquierda para la redacción de algunos de los artículos más conservadores y neoliberales ¿Cómo nos podría unir una propuesta de nueva constitución que limita el derecho a huelga al período de la negociación colectiva, y que prohíbe esta medida de presión en funcionarios públicos? ¿Cómo podría unir una propuesta que establece la objeción de conciencia, idea que abre una caja de pandora que podría poner en riesgo desde la venta de una pastilla del día después hasta la no discriminación de una persona disidente sexual?

Por eso nos hizo bien ver los juegos panamericanos de la manera que los vimos, que los vivimos, porque ahí, en el deporte, estamos todos, todas; está completa la sociedad chilena en el Estadio Nacional, derechistas, izquierdistas, centristas, mujeres, gays, niños, jóvenes, ricos y pobres. Ese es el verdadero país, uno que no cabe dentro de una constitución que te dice que están prohibidos los modelos de sociedad que desconozcan el espíritu neoliberal de la derecha.

Los juegos panamericanos, que tanto nos emocionaron, demostraron que la unión del pueblo de Chile, que algunos ya han dado por muerta, sí es posible cuando las voluntades de todos trabajan para ello.

Pero la propuesta de los republicanos, que ya está disponible para su lectura, es un motor de división social que nos podría pesar 30 años más. Tres décadas más de desunión. Porque si algo aprendimos en este proceso, que terminó con un proyecto ideológico que excluye, es que la unión no se logra porque algunos con nombre y apellido no quieren que se logre.

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