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A 28 años del cierre de las principales minas de carbón del Biobío: un legado cultural y patrimonial.

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Chiflón del Diablo | Parte de las minas de Lota

El miércoles 16 de abril se recuerda un día importante en la historia de las minas de Lota y Schwager, situadas en la región del Biobío. Este día evoca los momentos precedentes al último silbato de trabajo en estas minas, en un periodo que fue marcado por despidos a principios de 1996 en la industria del carbón.

Para contextualizar, es esencial recordar que Lota fue, durante casi 150 años, el núcleo de la producción de combustible en Chile, siendo vital para la industria nacional. La extracción de carbón en Lota se inició en 1852, gracias a las inversiones de Matías Cousiño y a la formación de la compañía Cousiño-Garland, aunque ya había habido actividad desde 1844, liderada por Juan José Arteaga y José Antonio Alemparte.

En su periodo de auge, Lota experimentó un significativo desarrollo, lo que facilitó el funcionamiento de líneas ferroviarias y la generación de electricidad. Esto se tradujo en sustento para miles de familias, impulsado por avances tecnológicos y mejoras en comunicaciones. Así surgió el apodo «El Chiflón del Diablo«, en referencia a los ruidos que resonaban en su interior.

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El inicio del declive

Sin embargo, a mediados de los años 40, tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, la demanda de carbón comenzó a decaer, con el auge del petróleo como nueva fuente de energía. Esto desató el temor por despidos entre los trabajadores del Biobío, mientras la productividad se reducía drásticamente, lo que generó una disminución de personal.

Se implementaron cambios en las labores locales, proponiendo incluso que los mineros se convirtieran en peluqueros u otras ocupaciones, lo que resultó en la sobreexplotación de ciertas áreas laborales. A pesar de ello, la reconversión del carbón fue rechazada, al ser escasas las nuevas opciones de trabajo en el ámbito comercial.

La situación se complicó aún más por el aumento desmedido de los costos operacionales en la extracción de carbón. En los años noventa, los gastos se cuadruplicaron en comparación con lo que se requería en otras partes del mundo, y las minas estaban enfrentando pérdidas anuales de entre 30 y 40 millones de dólares, de acuerdo con declaraciones de Eduardo Bitran, gerente general de Corfo en ese tiempo.

El cierre de las minas en Biobío

Como consecuencia de esta situación financiera insostenible, se llegó a un punto en el que las minas se encontraban en números rojos, sin posibilidades de recuperar la rentabilidad. En abril, el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle decidió clausurar el pique Lota, lo cual impactó profundamente a los mineros y trabajadores que se enfrentaron a la finalización de su labor, marcando el inicio de una crisis en la región del Biobío.

Este cierre generó un clima de tristeza y desolación, especialmente para aquellos que dependían exclusivamente de la minería para su sustento. Se realizaron manifestaciones a nivel local y nacional en protesta por la situación. A pesar de los desafíos, los líderes locales se unieron para exigir condiciones dignas, logrando la implementación de jubilaciones anticipadas a los 45 años y la creación de nuevas oportunidades laborales.

«Lota sigue viva y en desarrollo», eran los gritos que resonaban en medio de los planes de emergencia que se establecieron en la zona. Años más tarde, en 2006, se llevó a cabo un cierre gradual en Curanilahue, y en 2008 las operaciones se cerraron en Lebu, marcando el final de una era que dejó una huella imborrable.

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La historia que se transforma en patrimonio

Es importante resaltar que toda esta narrativa fue retratada por Baldomero Lillo en su obra Sub Terra. Hoy en día, este yacimiento se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la Región del Biobío, donde los turistas pueden realizar visitas guiadas por ex mineros y trabajadores del Chiflón del Diablo, quienes poseen un conocimiento profundo de cada rincón de estos túneles submarinos.

El Chiflón del Diablo es un testimonio de las vidas de riqueza y pobreza que quedaron atrapadas en lo más profundo de la tierra. Con el paso del tiempo, la minería fue declinando y se convirtió en un recuerdo de las antiguas glorias de estas minas. Es una historia que narra el crecimiento de una ciudad y una región que florecieron gracias a la minería, considerándose un patrimonio identitario tanto para sus habitantes como para el país, atrayendo a miles de visitantes que desean revivir lo que alguna vez fue grandioso.

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Con Información de chilelindo.org

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