La aparición de la inteligencia artificial (IA) en el campo creativo ha generado, sin duda, uno de los debates más destacados y discutidos en los últimos años. Ejemplos como los de OpenAI y Studio Ghibli han planteado cuestiones imprescindibles sobre la interrelación entre la creatividad humana, los derechos de autor y el avance tecnológico. No obstante, esta discusión trasciende el ámbito del arte, la música y el cine, ya que sectores tan variados como la industria automotriz y la manufactura están atravesando una transformación significativa gracias a la IA, enfrentando desafíos análogos en torno a la propiedad intelectual, la innovación y la justicia.
En áreas que requieren intensiva investigación y desarrollo, como la farmacéutica y la biotecnología, la inteligencia artificial se ha erigido como un aliado estratégico que acelera los descubrimientos, permite identificar nuevas moléculas y facilita el diseño de tratamientos más personalizados. Lo mismo sucede en la industria automotriz, donde los algoritmos avanzados optimizan procesos que van del diseño a la producción de vehículos, así como en la manufactura, donde la IA permite procesos más eficientes y adaptados a las demandas. Sin embargo, junto a estos progresos, surgen importantes interrogantes: ¿qué pasa cuando una innovación generada o co-creada por IA entra en conflicto con patentes ya existentes? ¿Cómo podemos proteger y, al mismo tiempo, reconocer la originalidad y el valor de las contribuciones tanto humanas como tecnológicas?
En este marco, conceptos como el consentimiento, la transparencia y la retribución, que son objeto de amplio debate en el ámbito creativo, adquieren gran importancia. En el caso de la inteligencia artificial aplicada a la innovación industrial o científica, es vital garantizar que los datos utilizados —a menudo provenientes de investigaciones previas, estudios académicos o bases de datos especializadas— cuenten con las licencias y autorizaciones necesarias. No se trata únicamente de un requerimiento legal, sino de un compromiso ético que honra el esfuerzo y la inversión que sustentan dichos datos.
Además, la transparencia en el uso de modelos y algoritmos es crucial. Las empresas, los creadores y la sociedad deben tener acceso a información sobre el funcionamiento de la IA y las fuentes de su aprendizaje, lo que facilitaría la creación de mecanismos claros de atribución y de trazabilidad de las innovaciones.
Asimismo, la cuestión de la retribución es fundamental: cuando la inteligencia artificial produce valor económico —ya sea mediante un nuevo medicamento, una optimización en un proceso de producción o una patente innovadora— es pertinente cuestionarse cómo se distribuye ese valor entre quienes han contribuido con información, conocimiento y creatividad, ya sean individuos, instituciones o empresas.
Para avanzar hacia este equilibrio, es esencial promover espacios de colaboración entre los sectores público y privado, así como la academia, donde se puedan discutir y establecer criterios claros para el uso responsable de la IA. La creación de estándares internacionales de transparencia, mecanismos de licenciamiento flexible y modelos de compensación innovadores podría facilitar una integración equitativa de la inteligencia artificial en diversas industrias. Asimismo, fomentar foros interdisciplinarios y programas de regulación adaptable permitiría que las normativas evolucionen al ritmo de la tecnología, sin obstaculizar su potencial.
La cuestión no radica en elegir entre tecnología y derechos, sino en diseñar un equilibrio que posibilite que la IA potencie la creatividad y la innovación sin menoscabar el valor de quienes las hacen posibles. Hoy, el verdadero reto no es hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial, sino cómo queremos que lo haga. En ese camino, la ética, la transparencia y la responsabilidad deben tener un papel central.
Por Carlos Honorato, CEO de Orión.
Con Información de hoysantiago.cl