“Es necesario poner fin a la guerra y buscar soluciones pacíficas.”

En América Latina y otras partes del mundo, diversas organizaciones y movimientos luchan por la paz, lo cual es alentador. Un ejemplo de ello es el Movimiento Global «Un Mundo más Allá de la Guerra» (WBW, World BEYOND War), que tiene presencia en todos los continentes y se dedica a «utilizar la educación, el activismo y la comunicación para promover la causa de poner fin a todas las guerras y establecer una paz duradera», según se indica.

Página 19 tuvo la oportunidad de charlar con Gabriel Aguirre, organizador para América Latina de WBW, originario de Venezuela y actualmente radicado en Bogotá, Colombia. Gabriel Aguirre es un activista y defensor de la paz, la justicia social, la solidaridad internacional y los derechos humanos, con más de 13 años de experiencia en trabajo social y comunitario.

En la entrevista, abordamos temas como la amenaza de las bases militares en América Latina, la situación en la base militar de EE. UU. en Guantánamo, donde se mantiene a migrantes en prisión; el encuentro entre el presidente de Ecuador y el fundador de Blackwater; las posibles negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia, mediadas por EE. UU., que aunque pueden resultar en una “paz imperfecta”, podrían llevar a un alto el fuego; así como la situación en Palestina y los llamados a la guerra que promueven ciertos líderes europeos contra Rusia, entre otros temas.

– ¿Podrías contarnos más sobre tu organización? Entiendo que tienen capítulos en diferentes países…

Primero, nuestro movimiento global se fundó en 2014 y tiene como objetivo abolir la guerra como forma de resolución de conflictos. Nos proponemos poner fin al militarismo, cerrar las bases militares y trabajar hacia una cultura de paz. Actuamos desde la interseccionalidad, entendiendo los diferentes ámbitos de acción e influencia a nivel mundial.

Nuestros fundadores, David Swanson y David Hartsough, vieron la necesidad de crear un movimiento global potente que centre el debate sobre la gestión de conflictos, buscando alternativas a la guerra como opción para resolverlos.

La situación actual nos muestra la amenaza latente de la guerra, incluso de una posible tercera guerra mundial, que algunos teóricos sugieren podría poner en riesgo la existencia humana. Existen múltiples movimientos a nivel global que trabajan por la paz, y creemos que construir un futuro sostenido por la paz requiere cooperar y encontrar puntos de coincidencia entre estas iniciativas.

Estamos presentes en todos los continentes a través de capítulos en varios países y colaboramos con organizaciones aliadas. Buscamos convertir América Latina en una verdadera zona de paz, cerrando bases militares y evitando la presencia de armas nucleares y de la OTAN en la región.

Es crucial desmantelar el Comando Sur, que actúa según la lógica bélica promovida por EE. UU. para mantener su hegemonía en América Latina.

– Justamente, mencionas el tema de las bases militares. En febrero se conmemoró el Día Mundial Contra las Bases Militares. ¿Por qué la oposición a estas bases? ¿Por qué el movimiento por la paz se opone a esta «cooperación» entre países?

Claro, la guerra puede estructurarse de diversas formas, y las bases militares son fundamentales. Actualmente, EE. UU. tiene más de 900 bases militares en todo el mundo y 76 en América Latina, donde continúan intentos de establecer más.

Las bases militares representan un problema global, ya que desde allí se llevan a cabo operaciones que pueden debilitar los esfuerzos de los movimientos que luchan por un futuro mejor, protegiendo derechos civiles y democráticos. Además, desde estas bases se realizan operaciones de inteligencia y se infiltran movimientos sociales, destinando recursos que deberían usarse para resolver problemas sociales.

Históricamente, se ha argumentado que las bases militares aumentan la seguridad, pero la realidad muestra que su presencia suele coincidir con un aumento en los índices de inseguridad y violaciones de derechos humanos.

Un ejemplo trágico de esto es el caso de Olga Castillo en Colombia, quien luchó por justicia tras la violación de su hija por parte de soldados de EE. UU. en una de estas bases. Estos casos son numerosos y desgarradores.

Las bases también contaminan el medioambiente y gastan recursos que podrían destinarse a necesidades esenciales como salud y educación. Con dinero que EE. UU. destina a la guerra, se podría erradicar el hambre en África con tan solo el 3% de su presupuesto militar.

Hemos visto cómo las bases han sido utilizadas para agredir a países como Venezuela. También en Honduras, donde un golpe de Estado fue facilitado por la base militar de Soto Cano.

Es esencial cerrar todas las bases militares. Tomamos el 23 de febrero como un día simbólico debido a la firma del tratado de 1903 entre Cuba y EE. UU. que resultó en la ocupación de Guantánamo, un lugar de tortura y violaciones de derechos humanos, actualmente utilizado para encarcelar migrantes.

– Sin duda, el problema de las bases militares es mundial. En Europa, su presencia, especialmente en torno a Rusia, ha llevado a un conflicto en Ucrania. ¿Qué piensas sobre las negociaciones de paz en contraste con la guerra?

Desde nuestro movimiento, hemos abogado por detener la guerra desde el principio, reconociendo que los actores involucrados en el conflicto tienen intereses geopolíticos. La OTAN ha sido fundamental en el desarrollo del conflicto en Europa del Este, cercando a Rusia militarmente.

El peligro radica en la inclusión de potencias nucleares en el conflicto. La historia parece repetirse, y los gobiernos europeos parecen no haber aprendido de los eventos que llevaron a las guerras mundiales.

Es fundamental que cualquier negociación, por imperfecta que sea, conduzca a poner fin a la guerra, porque esta solo genera dolor y devastación en ambas partes. Las conversaciones de paz no son sencillas, pero es necesario que ambos lados cedan.

Observamos una mayor consciencia sobre la necesidad de detener este conflicto, aunque es irónico que la propuesta provenga de EE. UU., el principal promotor de guerras en el mundo. Mientras llaman a la paz en Ucrania, al mismo tiempo fomentan violencia en otros lugares, como Gaza.

Es urgente detener todos los conflictos en curso y lograr una paz justa para todos los involucrados. La paz debe ser estable y duradera, permitiendo a los pueblos de Ucrania y Rusia elegir su futuro y desarrollar sus sociedades sin temor a nuevos estallidos de guerra.

Estamos en un momento crítico, y la respuesta de los movimientos sociales debe ser una oposición firme a la guerra y a la militarización global.

– Recientemente se conoció que el presidente Daniel Novoa de Ecuador se reunió con el fundador de Blackwater. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?

Desde la llegada de Novoa a la presidencia, sus acciones han sido contrarias a la voluntad del pueblo ecuatoriano. Se han impulsado decisiones que incluyen la militarización de las Islas Galápagos, invitando a tropas estadounidenses bajo el pretexto de combatir el crimen transnacional, lo que utilizó como justificación para establecer presencia militar en la región.

Novoa ha buscado cambiar la Constitución para permitir bases militares extranjeras, obviando un legado de soberanía que se había establecido con el cierre de la base militar de Manta durante el gobierno de Rafael Correa.

Su reunión con Erik Prince, conocido por sus operaciones mercenarias, subraya su alineación con intereses adversos a los de su pueblo, promoviendo una agenda que busca desestabilizar a naciones vecinas, como Venezuela, y buscando subordinación a potencias extranjeras.

– La formación militar también es un tema importante. Muchos países, como Colombia, Chile y Perú, continúan enviando tropas a la Escuela de Las Américas. ¿Qué opinión tienen ustedes sobre esto?

La razón detrás de la creación de escuelas de entrenamiento por parte de EE. UU. es formar a los militares de Latinoamérica en tácticas de represión para enfrentar movimientos populares que buscan promover la verdadera democracia. Históricamente, estas escuelas han contribuido a la represión de los pueblos durante regímenes dictatoriales.

EE. UU. mantiene esta práctica haciendo modificaciones y tecnificando los métodos de entrenamiento, lo que representa una amenaza continua para la paz en la región. En Colombia, por ejemplo, se ha establecido un centro de excelencia de la OTAN, que incorpora a tropas de distintas nacionalidades para recibir instrucción militar.

Es un problema de intervención que afecta a nuestros países. A menudo las tropas son enviadas bajo presión, reforzando un control extranjero sobre nuestras naciones.

– En Chile, bajo la administración de Gabriel Boric, las relaciones con el Comando Sur han mejorado. ¿Qué opinas al respecto?

Los ejercicios militares conjuntos con EE. UU. representan una apertura a la intervención militar, lo que no solo afecta la soberanía, sino que también pone en riesgo el medio ambiente. La presencia de portaaviones nucleares indica un interés por probar la reacción de la región ante el posible establecimiento de armas nucleares en América Latina.

América Latina no necesita bases militares estadounidenses. Debe enfocarse en abordar problemas sociales y económicos, garantizando derechos básicos para sus pueblos y promoviendo la cooperación entre naciones. La paz y la justicia social deben ser nuestras prioridades, no el fortalecimiento militar.

Foto: Gabriel Aguirre, junto a sus compañeras del Capítulo para La Paz de Colombia de WBW en Bogotá

Con Información de pagina19.cl

Publicidad

Comparte:

Popular

Relacionado
Relacionado