La Gala de Viña del Mar: Un evento destacado de la cultura local

Es probable que esta columna resulte impopular. Me referiré a un evento que cada verano se vuelve relevante, cuando la política se toma un respiro, mientras millones de chilenos descansan o se ven obligados a seguir trabajando. Muchos se ven seducidos a permanecer en casa, viendo la vida de otros a través de sus televisores o, incluso, en sus celulares. En un país donde estos dispositivos son esenciales e ineludibles, hasta en los hogares más humildes.

La Gala es un espectáculo que siempre precede al Festival de la Canción de Viña del Mar. Un desfile a lo largo de una amplia alfombra roja, donde se congregan centenares de cantantes, comediantes, personalidades televisivas, futbolistas y un amplio grupo de figuras de la farándula nacional. A ellos se suman numerosos publicistas, periodistas de espectáculos y otros relacionados con este gran evento musical que cada año provoca tanto aplausos como decepciones, dependiendo de la reacción del público, al que se le ha apodado el Monstruo. Este público tiene el poder de catapultar a la fama a ciertos artistas, mientras condena a otros a la ruina y la deshonra pública.

Es difícil encontrar algo similar a nuestra Gala en el mundo; un evento que expone lo peor de nuestra condición como país en vías de desarrollo, reflejando arribismo social, ostentación frívola y un mal gusto arraigado. Cada uno de los asistentes viste atuendos extravagantes, donde el desnudo entre las mujeres se vuelve cada vez más evidente en medio de los lujosos textiles y adornos.

Vestidos largos y minifaldas de la década de los 60; joyas por doquier y colgantes elaborados con metales y cristales brillantes tan pesados que hacen sudar a las estrellas que los llevan. Estas deben cargar también con sus prominentes implantes mamarios. Los hombres, por su parte, presentan trajes que no tienen nada que ver con la moda contemporánea ni con atuendos aristocráticos del pasado, exhibiendo pantalones ceñidos, telas de fantasía, zapatos coloridos y, con frecuencia, sin calcetines. Tanto hombres como mujeres suelen llevar tatuajes llamativos, piercings y, en ocasiones, joyas en lugares íntimos, lo que algunos consideran una expresión lúdica de las actuales costumbres excéntricas.

Personas que se someten a las dictaduras de la moda, que en este caso es de mal gusto. Hay diseñadores, supuestamente prestigiosos, que ganan mucho dinero con vestuarios que engañan a aquellos que creen que este despliegue extravagantemente costoso es necesario para verse bien. A menudo, estos deslumbrantes trajes no son necesarios para muchos de los que desfilan en la alfombra viñamarina. Es triste ver a jóvenes y personas de aspecto bien cuidado que no requieren de tanto maquillaje; al final, sus excesos dejan evidente la falta de delicadeza en los retoques de sus pómulos, cejas, pestañas y uñas, un resultado de una exageración que delata las emociones y lágrimas que surgen en este tipo de representaciones.

Durante estas galas también desfilan algunos políticos y figuras que solo conocen el espectáculo parlamentario y los concejos municipales. Cada vez son menos, pues hoy se necesita valor para exponerse a la burla, dado que esta Gala es observada por miles de personas que llegan desde muy temprano para presenciar este desfile de superficialidad, que es lo que los chilenos llaman cursilería. Este año, se cobró una módica entrada destinada a reforestar los cerros de Valparaíso y Viña, devastados por incendios el año pasado, donde miles de hogares perdieron todo y, hasta la fecha, menos del 10% de los damnificados ha recibido el apoyo prometido por el Gobierno. Este evento afectó a cientos de familias que pertenecen a los sectores más vulnerables de la Quinta Región.

La Gala se transmite por todos los canales de televisión abierta, que compiten por los altos índices de rating de una gran cantidad de espectadores que, a pesar del calor del verano y sus ingresos modestos, no pueden asistir a los balnearios ni a las manifestaciones culturales que, en Chile, deben pagarse y son muy raras veces transmitidas. Esto resulta en un empobrecimiento gradual de nuestra cultura, donde parece haber una intención política clara: mantener a los ciudadanos distraídos y desinformados por la vulgaridad. Así, cuando llega la hora de las elecciones, terminan votando por el mal menor en lugar de por un bien mayor.

Todo esto ocurre bajo una democracia superficial y un sistema económico tan desigual como el que existe, visible en el reciente apagón que dejó a más del 80% de la población sin luz. Este episodio generó la justa indignación del presidente hacia las empresas eléctricas y la vergüenza de una población que se muestra con tanto orgullo en la Gala. Hace años, se nos señalaba como los «argentinos mal vestidos», debido al desplante que creíamos haber adquirido por nuestro supuesto éxito económico, mientras nuestras vestimentas mostraban una precariedad o sobriedad notable. En algún momento, aspiramos a ser los «jaguares» del continente, tras habernos creído durante generaciones «los suizos de América«.

Y ni hablemos de los comentaristas y reporteros poco profesionales que ocupan los programas de televisión cuando las figuras principales se van de vacaciones; suelen exhibir su pobre uso del lenguaje y su evidente ignorancia. Rompen las normas más básicas de nuestra gramática, aunque esta no se ha deteriorado aún más gracias a los miles de colombianos, venezolanos, peruanos, bolivianos y otros que, pese a su origen humilde y su condición de inmigrantes, hablan y piensan con una formación mucho más sólida en comparación con la de la mayoría de nuestra población, que aún no supera el estancamiento educativo que la Dictadura dejó tras de sí.

La “Ilustre” Municipalidad de Viña del Mar podría fomentar un desfile de celebridades sin caer en tantos excesos ante millones de espectadores que, quizás sin saberlo, merecen una mejor representación de sensatez, mesura y discreción. Las autoridades no deberían dejarse influenciar por aquellos que creen que lo popular implica aceptar las frivolidades de una tradición civil que cada año trae consigo nuevas vulgaridades.

Por Juan Pablo Cárdenas S.

Política y Utopía, 3 de marzo 2025.

Fuente fotografía


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Con Información de www.elciudadano.com

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