
Profesor de Historia y analista político.
En los últimos años, el escenario político mundial ha cambiado drásticamente, inclinándose hacia la derecha, lo que se ha evidenciado en el surgimiento de movimientos y líderes que aprovechan el descontento social, económico y cultural. Este fenómeno abarca desde un conservadurismo radical hasta una ultraderecha que se manifiesta de forma xenófoba y autoritaria. De acuerdo con el politólogo Cas Mudde, reconocido estudioso de este fenómeno, la derecha radical se define por la combinación de tres elementos fundamentales: nacionalismo, autoritarismo y populismo. Aunque tienen matices en relación a la democracia liberal, todos ellos coexisten dentro de este marco. En contraste, la ultraderecha actúa como un actor político anti-liberal, integrando elementos como el racismo, la xenofobia y una añoranza evidente por regímenes fascistas. Ambas corrientes critican con vehemencia el liberalismo y el multiculturalismo, fomentando narrativas de decadencia y restauración que resuenan con votantes cada vez más frustrados por la crisis del Estado del Bienestar.
Este artículo examina las raíces intelectuales de este fenómeno, enfocándose en la influencia de la Nouvelle Droite (Nueva Derecha) y sus protagonistas clave, Alain de Benoist y Guillaume Faye, y cómo estas ideas han sido adaptadas y utilizadas por líderes y autores contemporáneos.
La Nouvelle Droite: Fundamento intelectual de la derecha radical
En la década de 1960, hizo su aparición en Francia la Nouvelle Droite, un movimiento intelectual que buscaba revitalizar la derecha radical y conservadora, al tiempo que respondía al movimiento estudiantil de Mayo de 1968. Su principal centro de reflexión, el Grupo de Investigación y Estudios de la Civilización Europea (GRECE, por sus siglas en francés), se convirtió en el pilar académico de este movimiento, influyendo en agrupaciones de derecha radical en Europa, Estados Unidos y América Latina. Dos de las figuras más relevantes de este movimiento son Guillaume Faye y Alain de Benoist, cuyas ideas han influido en el pensamiento de la derecha radical actual.
Guillaume Faye, uno de los cofundadores de GRECE, fue expulsado posteriormente por sus visiones extremas, cercanas al fascismo clásico. Desarrolló la noción de una “convergencia de catástrofes”, que anticipa un colapso civilizatorio generado por crisis demográficas, migratorias y ecológicas. Faye sostiene que este colapso debería ser aprovechado para reestructurar la sociedad en base a principios nativistas, supremacistas y antiislámicos. Su teoría ha tenido un impacto significativo en la alt-right estadounidense y en movimientos identitarios europeos como Generación Identitaria, que tienen vínculos fuertes con grupos neonazis.
Por su parte, Benoist se distanció del fascismo clásico y adoptó un enfoque metapolítico, inspirado en las ideas de Antonio Gramsci. Argumentaba que la derecha debía ganar la “batalla cultural” para alcanzar el poder. Además, promovió el etnopluralismo, una defensa de la preservación de identidades culturales frente al multiculturalismo, criticando tanto el liberalismo como el igualitarismo. Benoist ha sido fundamental en la conformación de la derecha radical europea, influyendo en partidos como el Rassemblement National en Francia y la AfD, uno de los grandes triunfadores en las últimas elecciones legislativas en Alemania.
Narrativas de decadencia y restauración en la derecha radical
Un componente central del pensamiento filosófico de la derecha radical es la idea de decadencia. Las narrativas sobre un declive cultural y civilizatorio son esenciales para justificar sus agendas. Estas creencias sostienen que las sociedades occidentales se encuentran en un estado de decadencia debido al multiculturalismo, el progresismo y la globalización, promovidos por agendas ocultas que buscan socavar el “orden natural” de la sociedad.
Arthur Herman, en su libro “La Idea de Decadencia en la Historia Occidental” (1997), argumenta que la decadencia ha sido un “hilo conductor en el pensamiento occidental, utilizado para explicar el colapso de imperios y la pérdida de valores”. Esta lógica genera una política de desesperanza, donde la decadencia se presenta como un fenómeno irreversible y las soluciones populistas son vistas como la única salida. La retórica de la derecha radical se construye sobre un estado de desesperanza y desconfianza hacia las instituciones, prometiendo una restauración de un pasado idealizado. De esta manera, la decadencia se convierte no solamente en un diagnóstico, sino en una herramienta política que justifica medidas extremas bajo el concepto de “salvación nacional”.
Un claro ejemplo de esta narrativa en nuestra región es el caso de Javier Milei, cuyo discurso de asunción remarca esta temática al citar el libro bíblico de los Macabeos: “El triunfo en la guerra no viene de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo”. Sus seguidores se autodenominan “Las Fuerzas del Cielo”, evocando una lucha épica contra la inmoralidad y la corrupción. Milei, con una fuerte inclinación hacia el libertarianismo económico basado en Friedrich Hayek y un discurso populista y anti-establishment, promete restaurar la grandeza de Argentina a través de la desregulación y la reducción del Estado. Su retórica incorpora elementos religiosos con el objetivo de presentarse como un líder mesiánico que conducirá a su nación hacia la salvación.
Donald Trump también utiliza el lema “Make America Great Again” para apelar a la nostalgia por un pasado idealizado y a la necesidad de recuperar la grandeza perdida. Trump recurre a la retórica del “amigo-enemigo”, inspirada en Carl Schmitt, para marcar a los inmigrantes, las élites y los medios como adversarios del pueblo. Su discurso expone una visión apocalíptica de Estados Unidos, amenazada por la inmigración y el progresismo, ofreciendo soluciones basadas en el nacionalismo excluyente y un enfoque autoritario. Además, ha cultivado el apoyo de grupos evangélicos que consideran su liderazgo como una oportunidad para restaurar los valores cristianos en la política.
La reacción antiliberal y la batalla cultural
La derecha radical ha comprendido que la lucha por el poder trasciende las elecciones, debe llevarse a cabo en el ámbito cultural. Por ello, a menudo utilizan retórica con tintes gramscianos para referirse a una batalla cultural contra el progresismo y la izquierda, presentándolos como responsables de la crisis y del declive civilizatorio. En América Latina, esta estrategia se ha manifestado en el ascenso de líderes que emplean retóricas anti-progresistas y anti-intelectuales, promoviendo una agenda conservadora que penetra la educación y las instituciones, eliminando referencias a la diversidad sexual, los derechos de las mujeres y otros logros en materia de igualdad y derechos humanos.
Figuras como Agustín Laje y Axel Kaiser han sido fundamentales en la difusión de ideas de derecha radical y conservadora en la región. Laje, politólogo argentino y Director Ejecutivo de la Fundación Faro (recientemente bajo el escrutinio tras el escándalo de la criptomoneda $Libra), se ha destacado por sus posiciones anti-feministas y anti-LGBTQA+. A través de sus libros, conferencias y presencia en redes sociales, ha promovido una narrativa que presenta al progresismo y las políticas de género como amenazas a la familia tradicional y los valores civilizatorios. Su discurso ha encontrado eco entre sectores conservadores y religiosos, consolidando un respaldo para la derecha radical en Argentina y otros países de la región.
De igual manera, Axel Kaiser, abogado y escritor chileno, ha sido un destacado defensor de la Escuela Austriaca de Economía y de las ideas libertarias. Como presidente de la Fundación para el Progreso, Kaiser ha promovido políticas de desregulación y reducción del Estado, argumentando que el libre mercado es la única vía hacia el desarrollo económico. Sin embargo, su enfoque también incluye aspectos de la derecha radical, como la crítica al multiculturalismo.
Las redes sociales y los medios de comunicación han surgido como uno de los “campos de batalla” más importantes para la derecha en la actualidad, donde se propagan noticias falsas y teorías de conspiración. Internet y las redes sociales han funcionado como una caja de resonancia para amplificar estos discursos, a través de plataformas y foros como 4Chan, que han gestado movimientos de alt-right como QAnon, y redes como TikTok, Facebook y X, que recientemente han eliminado sus políticas de verificación de hechos, facilitando la viralización de desinformación y discursos de odio.
Hacia una respuesta progresista: Unidad, derechos humanos y democracia
La emergencia de la derecha radical no es un fenómeno temporal ni aislado, sino el resultado de crisis estructurales que han afectado la democracia liberal, hábilmente capitalizadas por líderes populistas. Para contrarrestar su avance, es crucial que las fuerzas de izquierda recuperen el clivaje capital-trabajo como eje central de su narrativa y propuestas políticas. Esto implica desarrollar políticas que redistribuyan la riqueza y aseguren derechos laborales y sociales, empoderando a los trabajadores, a las clases medias y bajas, quienes actualmente apoyan a formaciones de derecha en sus variantes populistas, conservadoras y radicales.
También es urgente abogar por un universalismo que priorice la justicia social, la sostenibilidad ambiental y el respeto a la diversidad, enfrentando la fragmentación identitaria promovida por la derecha radical y otros movimientos no necesariamente vinculados a esta corriente. Este universalismo debe integrar las demandas de los sectores más vulnerables, incluidos los trabajadores, pueblos indígenas y comunidades históricamente marginadas, asegurando su participación activa en la construcción de un proyecto común que valore el bienestar colectivo.
Finalmente, es vital fortalecer alianzas programáticas entre fuerzas progresistas, democráticas y defensoras de los derechos humanos, superando divisiones internas y consolidando una agenda común que enfrente los desafíos actuales. Igualmente, se debe revalorizar la necesidad de reconstruir cordones sanitarios contra la extrema derecha.
El desafío es considerable, pero no insuperable. El progresismo y las fuerzas democráticas deben priorizar la unidad estratégica y la formulación de un proyecto transformador. La historia reciente evidencia que la fragmentación y la falta de una respuesta cohesive han facilitado el auge de la derecha radical. Por ello, es imperativo actuar con firmeza, fortaleciendo las bases programáticas que permitan contrarrestar el ascenso de estas fuerzas. El futuro no está predeterminado y depende de la capacidad de las izquierdas y el progresismo para ofrecer una alternativa viable y coherente frente a los discursos de odio y exclusión.
Relacionado
Con Información de pagina19.cl