Cómo explicarle a una señora por qué su pensión no subió otra vez

¿Cómo explicarle a una señora que está esperando una mejor pensión, que el monto del dinero que recibe a fin de mes, verdadera pensión de hambre, no ha podido subir con rapidez debido a la falta de un acuerdo entre el gobierno y la oposición? ¿Cómo explicarle que la falta de acuerdo se debe a la actitud porfiada e inflexible de un sector político, la derecha, que se niega a dejar de darle plata a las AFP a bolsillos llenos a través de la reforma de pensiones? La verdad es que cuesta, realmente cuesta. Es que es difícil ponerse en los zapatos de esa señora y mirar, sin perder la calma, a los políticos millonarios defendiendo a un sistema que es el mismo sistema que ha fabricado las pensiones del hambre, las pensiones del gas que no se puede comprar, del pan que hay que comérselo duro, de la margarina que no puede pasar a ser mantequilla, porque doscientos pesos pueden ser los últimos del mes. 

Cómo explicarle a esa señora, que con suerte rasguña los doscientos mil pesos mensuales en su liquidación -como lo indica la mediana de las pensiones recibidas por las mujeres, de $201.830, según el informe de la superintendencia de 2022- que si hoy todavía no tenemos reforma es porque los partidos de la derecha no quieren que ni un peso del nuevo 6% de cotización adicional vaya a otro lugar que no sean los bolsillos de las AFP, las protagonistas de un sistema que ahora defienden por los diarios como si fuera la panacea. Cuesta, realmente cuesta, explicarle a esa señora cómo es que el diputado UDI Jorge Alessandri dice, en total impunidad, que no conoce “a nadie que en estos 30 y tantos años de AFP diga que lo que anda mal es la parte de inversión”. Alessandri, el mismo que hace semanas dijo “yo justifico el Golpe” de Pinochet a Allende, ahora golpeando a miles de personas mayores que quizás a esta misma hora ya no tienen de dónde sacar más azúcar para hacerse un té. 

Porque es un verdadero golpe a los más pobres decir que nadie ha cuestionado las inversiones de las AFP. No sólo es una mentira; es también una burla que se torna ignominiosa cuando tenemos la certeza que este tipo recibe mensualmente en su cuenta corriente más de seis millones de pesos pagados con los mismos impuestos cargados al precio del pan que esa señora ya no puede pagar. Con el desprecio cínico que potencia el poder Alessandri insulta a miles de chilenos que lo único que esperan es una ley que les aumenten las pensiones ahora ya. 

Pero no, ellos no están dispuestos a llegar a un acuerdo, a ceder, porque es más importante proteger su ideología; es más importante atacar al Estado mencionándolo como una máquina de corrupción, como si no fueran los mismos partidos de la derecha los que han liderado -y siguen haciéndolo- los más grotescos casos de corrupción de los últimos años. Como si los que se roban el Estado fueran alienígenas desconocidos que vendrían del exterior a dañar nuestra pulcritud republicana. Y hablan y hablan asumiendo que la gente es tonta, asumiendo que el tiempo va a pasar sin dañar a nadie, hasta que triunfen sus ideas neoliberales, sabiendo que ningún matinal irá a cubrir como un escándalo la muerte de un nuevo viejo que jamás vio las cien luquitas de más que le hubieran salvado el hambre, la salud, la vida tal vez. Realidades que no conocen los cerebros obtusos de los políticos que no doblan sus muñecas para no dar un “triunfo” al gobierno contrario. Porque Alessandri, Sauerbaum o Irarrázabal jamás se han tenido que preocupar por la falta de cama para un familiar que se quiere operar una hernia o la cadera.

“Si abrimos la puerta del fondo solidario después lo van a ir agrandando todos los años. Y ese fondo, administrado no sabemos por quién, va a terminar siendo mal utilizado como en Argentina y en Perú”, dijo hace poco Alessandri en El Líbero, levantando un argumento para rechazar siquiera un 2% del 6% adicional -con cargo al empleador- con destino al fondo solidario que es parte del corazón de la reforma del gobierno, fórmula que es la única que permitiría subir las pensiones inmediatamente y no en diez o quince años más, como pasaría si seguimos insistiendo en las AFP como la única salvación. La derecha, tan preocupada de la corrupción posible en un futuro, de las platas del Estado del mañana, las mismas que personeros de su sector han acariciado maliciosamente en casos tan bullados como el de Cathy Barriga en Maipú, Torrealba en Vitacura, Carter en La Florida.

Nos tratan a todos como ingenuos, confiados en que nadie hará un escándalo, en que esta es una nación desinformada. Por eso es tan importante que se sepa lo que hacen esas AFP que los derechistas tanto defienden con la plata que todos los meses sale de nuestros sueldos. Que se sepa que los fondos de pensiones pasaron de tener un 1,9 % de las acciones de Falabella en enero de 2022 a un 13 % en 2023, como informó Interferencia. Falabella, la misma compañía que lleva cuatro trimestres a pérdida, endeudamiento al alza; la misma a la que las clasificadoras de riesgo le asignaron perspectivas negativas en julio y septiembre de 2023, la misma que tiene a su gerente general renunciado y que ahora se ve obligada a liquidar activos. Eso está financiando nuestros fondos: negocios fracasados que cierran tiendas y echan a trabajadores para salir del paso. Pero para la UDI las inversiones siempre han sido incuestionables, sagradas. 

Mejor anoten este dato: durante el primer trimestre de este año las AFP obtuvieron un 77 por ciento más de de utilidades comparado con el mismo periodo del año pasado, ¿y qué pasó con los fondos de pensiones? Todos bajaron. Y en los meses que siguieron, las cosas no han ido mejor.

Mientras, el monto promedio de las pensiones autofinanciadas cae 19% en un año, informa la consultora Ciedess. Pero no importa, eso a nadie le importa en los salones del poder, donde ríen los parlamentarios que no tienen prisa, aquellos que rinden sus comidas en restaurantes, aquellos a quienes les pagan los celulares y la bencina para el auto. Los viejos que se mueren solos y en silencio a nadie le importan, porque son invisibles; porque a los que tienen la tarjeta siempre lista para pasar por una máquina de redcompra no les remueve la conciencia el chauchero vacío del matrimonio periférico que otra vez tendrá que recalentar el pan que quedó de ayer, duro como republicano, como derechista adorador de los inversionistas privados que para nadie tienen rostro. La reforma sin acuerdos, la platita extra sin votos congresales, sigue durmiendo. Y ya se acaba el año. Cómo explicarle a esa señora.

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