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Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid
Escribí esto hace muchos años, pero estoy convencido de que sigue siendo relevante. No puedo imaginar un solo Día de los Enamorados, porque el enamoramiento debería celebrarse todos los días del año, sin excepción. Por esta razón, no me enfoco en este día, diseñado especialmente por comerciantes, sino que aprovecho la ocasión para reflexionar sobre el amor y el querer. Estoy convencido de que amar y querer no son lo mismo.
El querer lo interpreto como una expresión controlada de afecto. Es una manera de ofrecer cariño y buscar retribución similar. Se puede querer a una pareja, pero también a los padres, a los hijos, a un gran amigo, a una bandera o a un símbolo religioso. También se puede querer un objeto que evoque un recuerdo cercano, una fotografía o un momento significativo que marcó nuestras vidas. En resumen, amamos y somos amados.
En cambio, el amar es algo más profundo. Es entregarse sin condiciones en todas las situaciones. Con alma y corazón, con pasión y paciencia, con entusiasmo y tranquilidad. Sin límites ni reservas, ni ocultaciones. En el día y en la noche, en sueños y miradas, en risas y en tristezas, en los buenos y malos momentos.
Amar es conectarte con alguien que te hace sentir vivo con una palabra, una mirada, una sonrisa o incluso en silencio. Esa persona puede aparecer en tu vida sin que la busques. Si te empeñas en encontrar a la pareja ideal, podrías pasar tu vida sin hallar a esa persona.
Debes conectar tu corazón con el de esa persona de manera que los latidos se sincronicen, que los susurros se expresen de forma similar. Si alejas tu corazón, el sentimiento se enfría, surgen las diferencias y las voces se alzan.
Amar implica reconocer y analizar esas diferencias con la nobleza que requieren verdaderos sentimientos, aclarando conceptos con tranquilidad y permitiendo que las pasiones fluyan después. Si no sabes discutir, es señal de que no hay amor; y si no discutes, puede que haya obstáculos que impidan una confianza plena.
Ama con los ojos abiertos, porque así podrás ver las imperfecciones de la otra persona y aprenderás a abrazarlas como parte del maravilloso paisaje humano que tienes ante ti. Si puedes apreciar con claridad la belleza que tienes cerca, es señal de que has acercado tu corazón a la esperanza y a una vida en común. Y eso es pura magia. La magia de una pareja que comparte secretos y verdades, certezas y tolerancia, risas con o sin razón, y silencios llenos de significado.
En última instancia, se trata de construir amores maduros, sólidos, sin idealizaciones y con la incondicional entrega del despertar abrazados, creando proyecciones que trascienden a cada individuo, escuchando sus voces en el futuro.
Recuerda que un solo día no es suficiente para el amor verdadero. Si deseas ser realmente feliz, elige dedicar toda tu vida a amar.
Con Información de desenfoque.cl