En 1911, hace más de un siglo, el destacado Alférez de Navío Atilio Frigerio de la Armada Uruguaya señalaba con claridad, mientras asistía a un curso de electrotecnia en Europa, la urgente necesidad de compensar la escasa capacidad de detección y de fuego de la Armada tradicional para poder cumplir con su misión en la Defensa Nacional, utilizando armamento especial que en ese entonces ya era considerado vanguardista, como torpedos, minas y aviones.