Análisis de la influencia de la cultura popular en la política actual.

Andy Warhol y Donald Trump

Por Carlos Cantero[1]

En las primeras décadas del siglo XXI, surge la POLÍTICA POP, impulsada por un público masivo. Este fenómeno ocurre en un contexto de rápidos y profundos cambios en la sociedad digital, que transforma nuestra forma de vivir e interactuar. Las estructuras sociales tradicionales pierden su autoridad y colapsan sus narrativas: ideológicas, religiosas y culturales. Se establece el Materialismo, marcado por el consumismo y el individualismo, así como un notable nihilismo, que se traduce en una disminución de los valores y principios éticos. Las libertades se expanden junto con una voluntad de seducción, tanto pública como privada, y un creciente hedonismo que busca el placer inmediato sin consideraciones sobre las consecuencias. Este panorama presenta una mezcla global de capitalismo neoliberal y marxismo capitalista, junto con la economía digital, generando una vida llena de vacuidad, dominada por la superficialidad y la obsolescencia programada en una sociedad de desprecio.

Los políticos Pop abordan la política desde la perspectiva de audiencias masivas, distanciándose del bien común y de formalismos técnicos, priorizando la forma sobre el contenido. Utilizan formatos frescos, ligeros y multimedia que dan preferencia al entretenimiento. En la comunicación impera un Pensamiento Concreto; por ejemplo, la afirmación “Se están robando nuestro país”, utilizada por Trump en su reciente campaña. Este proceso cognitivo y comunicativo se caracteriza por la síntesis y la descripción de hechos y objetos tangibles, apele a la emoción más que a la racionalidad. El relato (Storytelling), los vínculos emocionales adaptados a distintas audiencias y la utilización de imágenes impactantes son clave para captar la atención del público. Se combinan el marketing online y el tradicional, junto con nuevos formatos en las plataformas de comunicación.

Los principales exponentes de la POLÍTICA POP son figuras del entretenimiento, frecuentemente asociados a la cultura del reality show. Se vive un imperio de la emocionalidad, el sensacionalismo, el dramatismo y el exhibicionismo. El estilo POP, que emergió en 1960 con Andy Warhol, se encuentra más vigente que nunca, distanciado de las demandas de una ciudadanía que anhela una política honesta y de calidad. Sin embargo, en las elecciones, eligen a los mismos de siempre.

La Post-Verdad y la Post-Modernidad fomentan la gestión de la (des)información y la manipulación emocional. La Big Data establece un neocolonialismo informático, creando una división agresiva entre lo público y lo privado. La falta de límites en la intimidad promueve la autoexposición y el exhibicionismo. Las redes digitales transforman las relaciones sociales y la viralización de ideas, mientras que la televisión perpetúa una cultura de farándula incesante. En medio de esta subjetividad, se libran batallas por la dominación y emergen nuevas formas de poder en la netocracia, una élite global que basa su influencia en las ventajas tecnológicas y habilidades en la gestión de redes y contenidos. Espero que prevalezca el Humanismo, sus principios y valores; que se establezca una ética con límites claros; que haya liderazgos que iluminen (y no engañen) a la sociedad; y que los medios de comunicación y sus profesionales actúen con coherencia, consecuencia y decencia. ¡Que así sea!

[1] Carlos Cantero, Geógrafo, Máster y Doctor en Sociología. Ha sido Alcalde, Diputado y Senador chileno. Actualmente es Profesor de Comunicación y Marketing Público en la Universidad Internacional de La Rioja, UNIR-España.

Con Información de desenfoque.cl

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