La comprensión de la crisis política y económica en Venezuela durante el gobierno de Maduro.

Para intentar comprender lo que está en juego en 2024 en la Venezuela de Nicolás Maduro, y juzgarla con pleno conocimiento de causa, no basta con mirar los resultados de las últimas elecciones de julio y cómo fueron, con mucha probabilidad, arreglados. [1] Tampoco basta con tener en cuenta únicamente la hostilidad agresiva de los Estados Unidos hacia la revolución bolivariana iniciada por Hugo Chávez, ni recordar la sangría migratoria que experimenta Venezuela a raíz de sus dificultades económicas crecientes. [2] Tampoco basta mencionar la evidente deriva autoritaria que Maduro patrocina desde 2015, ni las maniobras fraudulentas que habría respaldado para mantenerse en el poder a toda costa.

Ciertamente, todos estos elementos deben tenerse en cuenta, en particular para identificar posibles salidas a la crisis dentro de un país desgarrado por las retóricas de derecha e izquierda fuertemente exacerbadas. Pero no son suficientes. Para poner las cosas en perspectiva, debemos al mismo tiempo situar el caso Maduro en la historia y la continuación de esta revolución bolivariana de la que él sigue reclamándose heredero.

No lo olvidemos: querer establecer sociedades igualitarias cuyos actores principales sean las clases trabajadoras y los movimientos sociales en lucha es un objetivo de izquierda a la vez noble y exigente, especialmente en el Sur global donde las relaciones de dominación están muy marcadas y donde el papel del imperialismo estadounidense no engaña a nadie.

En breve, es precisamente desde esta perspectiva de izquierda que Hugo Chávez quiso darse a conocer cuando fue elegido en 1998 como presidente de Venezuela. Esta es la razón por la que, a principios de los años 2000, la revolución bolivariana en Venezuela resonó –¡y no sólo en América Latina!– como la expresión de una renovación, de una esperanza, de la posibilidad de que la izquierda latinoamericana comenzara a salir de su postura expectante, a alejarse de actitudes puramente defensivas; replegada como lo había estado hasta entonces -tras períodos dictatoriales o guerras de baja intensidad particularmente traumáticas – en la defensa de las libertades individuales y de las garantías democráticas elementales.

Con su nueva constitución, sus “misiones”, su idea de un socialismo del siglo XXI, sus proyectos de concejos municipales, sus vínculos sur/sur más igualitarios establecidos a través del Alba, [3] fue capaz de entusiasmar e inspirar sueños, tanto más cuanto que parecía pertenecer a un movimiento mucho más grande que ella misma. Porque se hizo eco de la renovación impulsada por el zapatismo mexicano del subcomandante Marcos, e incluso pareció armonizar con el desarrollo del movimiento altermundista (especialmente durante los grandes foros sociales de Porto Alegre) e incluso un poco más tarde con la llegada a Ecuador. del gobierno “ciudadano” de Rafael Correa, o del gobierno “indigenista” de Évo Morales en Bolivia. Una ola que recordó a todos y todas, enfrentados al neoliberalismo conquistador, que “otro mundo es posible”

Además, a partir del conjunto de esta dinámica histórica y más cuando reivindicamos los ideales de izquierda- es que podemos apreciar el alcance de los excesos empujados por Maduro y descubrir las formas más efectivas de oponernos y superarlos. Como cualquier otro régimen político, el que lidera Nicolás Maduro es fruto de un proceso moldeado por decisiones políticas que, a través de las ramificaciones y alternativas que evidencian, no cesan de evolucionar y transformar las actuales relaciones de fuerza.

¡Pero para descubrir los momentos decisivos es necesario volver a la historia!

1) Flashback a la “Revolución Bolivariana”

La revolución bolivariana [4] comenzó a darse a conocer como tal en Venezuela, a finales de 1999, cuando fue la elección de la asamblea constituyente que dio origen a una nueva constitución, más democrática y participativa que la anterior. Pero, sobre todo, se dio a conocer a través de la recuperación del control de los recursos petroleros de PDVSA, por parte del gobierno, empresa nacional que operaba en total opacidad y sin rendir cuentas a su ministerio supervisor, el Ministerio de Energía y Minas. Esto es lo que provocó la primera crisis abierta del gobierno de Hugo Chávez y que desembocó en el fallido golpe de Estado de 2002 y luego en el paro petrolero de 2002-2003. Si la derecha, la patronal y el principal sindicato de trabajadores de Venezuela -apoyados secretamente por los EE.UU.- intentaron en esos momentos derrocar a Chávez, fue sobre todo por la aplicación de la Ley Orgánica sobre hidrocarburos que pretendía secar la principal fuente de corrupción y enriquecimiento de las elites políticas y económicas sindicales del país. En este sentido, la ruptura del chavismo con el empresariado y las élites de Venezuela constituye sobre todo un cuestionamiento del famoso pacto de Punto Fijo que existía desde 1958 y que permitía a las fuerzas y partidos que compartían el poder repartirse los frutos de la renta petrolera a través de la corrupción y una asociación completamente opaca entre el mundo empresarial, figuras políticas, altos funcionarios y dirigentes sindicales.

Pero, a pesar de esta alianza anti-Chávez, el golpe fracasó gracias al apoyo de algunos sectores de las fuerzas armadas como a la reacción masiva y rápida de grandes sectores de las clases populares. Los golpistas fueron expulsados y Chávez, comprendiendo que su poder sólo se mantenía gracias a este apoyo popular, lanzó las “misiones”, programas amplios y dinámicos para luchar contra la pobreza, anclados en los barrios y que reemplazaron a los servicios públicos deficientes, particularmente en salud, educación, vivienda y cultura. Así, a pesar de la crisis económica que siguió al golpe de Estado y a la huelga petrolera; a pesar del vertiginoso aumento del desempleo y de la pobreza que ella generó, Chávez ganó el referéndum revocatorio de 2004 impulsado por la oposición y luego fue reelegido triunfalmente en 2006 con 62,8% de los votos.

Sin duda hay otra razón que, además de las alianzas antiimperialistas que reavivó en torno a la creación de Alba, puede explicar la tensión en las relaciones que se han desarrollado entre el chavismo y las élites venezolanas. Se trata de la naturaleza misma del neoliberalismo, un modo de regulación que llegó a ser tan dominante en América Latina con el cambio de milenio, que terminó adoptando un giro particularmente dogmático, sin tolerar ninguna violación de sus reglas económicas que presenta como “naturales” e insuperables, lo que convierte al keynesianismo en un enemigo que hay que derrotar a toda costa. Así, podemos decir que no es tanto el grado de radicalidad del programa de Chávez lo que provocó la ira norteamericana y de las elites económicas del mundo, sino el hecho mismo de posibilitar un horizonte diferente al impuesto por el «totalitarismo neoliberal». A partir de entonces, la simple redistribución de la riqueza, como en Venezuela a través de los ingresos petroleros, se convirtió en un verdadero… casus belli.

2) Progresos, pero también inflexiones

Lo cierto es que el poder chavista rápidamente se vio enfrentado a dos grandes desafíos que provocaron inflexiones en la dinámica popular que hasta entonces se había ido construyendo a su alero. La primera se produjo en 2007 cuando por primera vez perdió la votación en un referéndum; éste implicaba reformas constitucionales destinadas a permitirle presentarse nuevamente a las siguientes elecciones presidenciales. Pero, en lugar de tener en cuenta el descontento que tal rechazo implicaba –incluso en su propio sector–, reforzó el movimiento de concentración del poder que comenzaba a desarrollarse a su alrededor, en particular con la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), al que convirtió en un partido de gobierno estrictamente bajo sus órdenes. Pero también decidió instrumentalizar más directamente los movimientos sociales de origen popular, en particular con la escisión que dirigieron los chavistas dentro del movimiento sindical para crear una nueva central totalmente subordinada al poder, la Central Socialista Bolivariana de Tr

Con Información de pagina19.cl

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