Desde Madrid
La democracia enfrenta serios desafíos. No solo en Chile o España, sino en muchas partes del mundo. Este sistema de convivencia social, concebido por los griegos hace siglos, se ve amenazado por la falta de ética, la intolerancia y, sobre todo, la ausencia de voluntad para avanzar hacia un mundo de solidaridad y moralidad humana.
Intereses individuales, conspiraciones de grupos o «familias», y abusos de poder están debilitando un sistema que nos permitió crecer y prosperar en paz.
La democracia se nutre de la unión de las personas y de un sistema que busca el bienestar común. No debe haber exclusiones, sino oportunidades para que grupos diversos se organicen en torno a ideas que beneficien a todos, formulando propuestas que puedan ser llevadas a cabo y que inspiren a otros.
Los partidos políticos son las entidades que deben abrir camino hacia nuevas oportunidades de progreso social. Estos funcionan en base a anhelos compartidos, y son responsables de transformar las aspiraciones de la ciudadanía en programas concretos.
Por tanto, los partidos deben desarrollar idearios amplios y generosos, cimentados en experiencias y razonamientos sólidos. Tienen la obligación de garantizar el éxito en el logro de las metas de sus seguidores, así como trazar el camino hacia esos objetivos. Los líderes que los dirijan deben ser verdaderos, justos, con criterio amplio, y deben actuar con transparencia.
Sin embargo, observamos con frecuencia que esto no ocurre. La lucha por el poder ciega a muchos partidos, olvidando la importancia de líderes auténticos. A menudo son manipulados por falsos líderes que se aprovechan de la confusión y engañan a la opinión pública con discursos vacíos, solo buscando su beneficio personal. En resumen, se convierten en el gusano que arruina la caja de manzanas.
Como consecuencia de estos manipuladores, la ciudadanía se desilusiona y se aleja de la actividad política, lo que además provoca que los partidos disminuyan en número y pierdan respeto y credibilidad. La democracia se tambalea y abre así la puerta a caudillos que erosionan la convivencia y caminan por el sendero de la mentira y el engaño.
A pesar de lo anterior, sigo siendo optimista. ¿Por qué? Porque tengo un programa de radio en Chillán (Chile), que puede escucharse y verse a través de plataformas digitales en cualquier parte del mundo. Es una pequeña emisora, HDRadio.cl, surgida de la iniciativa de un grupo de profesionales comprometidos con la verdad y con el deseo de escuchar a la gente noble que ha permanecido en silencio ante la corrupción.
En mi programa, que se emite de lunes a viernes a las 13:00 (hora chilena), invito a tres o cuatro líderes de diversas ideologías políticas a debatir sobre los temas cotidianos y sus soluciones. En las veintidós ediciones que he realizado este año, las coincidencias y los consensos suelen ser más frecuentes que las discrepancias. A pesar de sus diferencias, al buscar soluciones, a menudo emplean argumentos similares, lo que facilita alcanzar acuerdos. Durante la hora que dura el programa, se dialoga y se expresan libremente las ideas, y es sencillo llegar a consensos.
Por eso soy optimista. Si podemos entendernos en una conversación sencilla, sin enredarnos en mentiras y falsos liderazgos, seguramente podremos encontrar soluciones a los problemas sociales y avanzar hacia una convivencia pacífica y progresista.
Con Información de desenfoque.cl