Éramos solo niños cuando Enrique (Quico) San Martín nos tomó de la mano y nos enseñó a cantar y bailar cuecas, resbalosas, el costillar y otros ritmos de nuestra tierra, que habíamos dejado atrás y que no sabíamos cuándo podríamos volver a pisar. No sólo nos enseñó las canciones, las notas y los acordes; nos transmitió algo mucho más valioso: el amor por nuestras raíces, la justicia social y la esperanza de regresar.
Recién llegados al exilio en Cuba, a fines de 1973 y comienzos de 1974, añorábamos un Chile convulso y distante, donde llegaban noticias aterradoras de crímenes masivos y torturas por parte de la dictadura de Pinochet. En esos tiempos, él nos enseñó que la música era un refugio y una herramienta de solidaridad y resistencia. Nos formó en grupos folclóricos, en particular a nosotros, en Los Peques, animándonos a entonar canciones que hablaban de nostálgicas añoranzas y luchas dignas. Bajo su dirección, aprendimos que el arte no es solo espectáculo, sino también identidad, compromiso y memoria.
Junto a sus hijas Claudia, Lorena, Andrea y Paola, y otros niños como Jaime, Sandra, Zuzca, Marcela, Patricia, Marta, Yorbanka, Miguel, Carolina y Carlos, participamos en actividades de solidaridad con Chile. Con su guía, ensayábamos con dedicación en algunos espacios del Hotel Presidente en La Habana y actuábamos en diversos lugares proporcionados por el solidario pueblo cubano.
Nos guiaba con la calidez de un maestro que no solo enseñaba, sino que también resaltaba la importancia de la cultura en la lucha por un mundo mejor. El tío Quico no se dedicaba exclusivamente a los niños del exilio; participaba en todas las actividades coordinadas por el Comité chileno de solidaridad con la resistencia antifascista, incluyendo la filmación de la película «La cantata de Chile», dirigida por Humberto Solás. Grabó discos, realizó giras y mostró solidaridad, no solo con el pueblo chileno, sino también con el palestino, colaborando arduamente con el poeta Roberto Contreras en un disco homenaje a esa nación golpeada.
Al recibir la noticia de su partida en febrero de 2025, sentimos que se había ido un tío cantor, un amigo y un compañero. Sin embargo, su voz y su legado de compromiso y consecuencia permanecen. Viven en cada canción que entonamos con la pasión que nos inculcó, y en aquellos que, décadas después, ya adultos, siguen creyendo en la necesidad de un mundo mejor y trabajando por ello.
Gracias, querido maestro y compañero, por regalarnos música, historia y dignidad.
Héctor Behm Labarca
Santiago Behm Labarca
Eduardo Contreras Villablanca
Con Información de desenfoque.cl