
Sergio es un hombre de Piscis, signo de agua que se mueve por los sentimientos. Un hombre que se sonroja ante los elogios, un ser humano excepcional que a menudo no se da cuenta de su propia importancia. No es de aquellos que luchan solo un día, sino que dedican su vida a la causa. Originario de Curicó, ha estado radicado en Rengo durante mucho tiempo. Es un hombre inteligente, sencillo, amable y con un gran sentido del humor, que, creo, le ha ayudado a sobrellevar múltiples situaciones difíciles.
Llegué a Radio Cooperativa a principios de 1983 para hacer reemplazos de verano, y fue allí donde lo conocí. Estaba nerviosa, ya que era un lugar emblemático y sentía la presión de estar a la altura, tanto del profesionalismo del equipo como del miedo que nos acechaba día tras día durante la violenta dictadura.
Sergio era acogedor y transmitía su vasto conocimiento como maestro y profesor. Cuando grababa en el locutorio un informe sobre las atrocidades de la época, él me guiaba con gestos para que respirara entre las frases, lo cual era reconfortante. Esa calma que me brindaba me hacía sentir capaz de enfrentar fiscales, demandas y, por supuesto, a la Dinacos.
Así era Sergio con nosotros, los más jóvenes. Cálido, amable y siempre alentador. Por eso, empecé a disfrutar de esa experiencia de reemplazo veraniego, a pesar de que el desafío mayor fue sustituir a Manola Robles, quien tenía ¡siete frentes informativos!
Sergio fue un maestro, un colega entrañable y un amigo en momentos difíciles de mi vida. Porque así es él, un ser humano extraordinario que nunca busca hacer alarde de sus logros. Trabajó por 47 años en Radio Cooperativa, donde dejó una huella imborrable en el periodismo radial de trinchera, donde había que ser muy valiente para ser la voz de quienes no tenían voz en esos siniestros años. Nunca falló, formando parte de un equipo increíble, leal y valiente.
No es de extrañar que Sergio proviniera de la calle; tenía el pulso del sentir popular. Se graduó como profesor normalista a los 13 años en la Escuela Normal José Abelardo Núñez. “Recuerdo haber cruzado tímidamente el umbral de ese edificio imponente en Alameda con Bernal del Mercado, frente a la lechería Las Delicias. Emociones desbordadas me invadieron. Sabía que quería ser maestro, pero no quería dejar atrás la tranquilidad de Rengo, donde crecí, y a mi madre, Etelvina Ulloa, que se quedaba sola con mi partida”, cuenta en sus memorias.
Desde entonces, no se detuvo. Una vez graduado, comenzó a trabajar en la Escuela Consolidada de San Bernardo, donde impartió clases entre 1967 y 1974, incluso creando una radio, la Gabriela Mistral CB 115. “Mi paso por allí terminó de manera abrupta cuando un grupo de soldados llegó al colegio y detuvo a 15 profesores”, recuerda.
Paralelamente, Sergio también había realizado un curso de locución, ya que su pasión por la radio competía fervientemente con su amor por la enseñanza. Posteriormente, trabajó en Radio Carrera.
Luego pasó a La Radio Corporación durante el gobierno de Salvador Allende. Allí lo sorprendió el Golpe de Estado la mañana del 11 de septiembre, junto a Erick Snacke y su buen amigo Miguel Ángel San Martín. Lograron escapar, pero Sergio fue detenido durante cuatro días en la Academia de Guerra Aérea de la Fach por haber declarado a favor de Snacke.
En 1974, debido a la falta de trabajo, tuvo que dejar su país y se trasladó a Buenos Aires, donde conoció al amor de su vida, Verónica Toro, con quien tuvo tres hijos. Regresaron a Chile en septiembre de 1977, y Sergio empezó a trabajar en Radio Cooperativa.
Allí pasó 47 de sus 76 años, siendo su labor más destacada la conducción del Diario de Cooperativa.
Hombre de principios
Cuántas veces escuchamos a Sergio quienes hoy somos parte de la generación de los setenta en esa emisora. Cuántas veces nos anunció las más terribles noticias, acompañadas por esos tambores que marcaban una nueva tragedia. Cuántas veces una denuncia oportuna en su voz salvó vidas. Cuántos sintieron que emitir un mensaje a través de esas ondas era una esperanza de vida o un alivio de una tortura.
Sergio fue un héroe sin capa ni espada, un hombre de principios que luchó por la defensa de los Derechos Humanos en un contexto de violaciones sistemáticas. Fue un defensor incansable, leal a su causa sin buscar estridencias ni ansias de poder. Un ser auténtico, honesto en su trabajo, consecuente y humilde. Generoso y noble.
Lo doloroso para quienes éramos conscientes de su compromiso inquebrantable en la lucha contra la dictadura fue su falta de reconocimiento al regreso de la democracia. No recibió un “gracias”, ni fue el hombre ancla de TVN, ni se le otorgó el espacio que sin duda merecía.
Solo su inquebrantable profesionalismo lo hizo merecedor, años más tarde, de premios que deberían haber llegado antes: la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral en 2010 y el Premio Nacional de Periodismo en 2011. Sin embargo, nunca se quejó, nunca reclamó, nunca pidió nada. Su trayectoria ejemplar y su constancia eran para él suficientes.
Hoy, cuando ya no estará más en las ondas de Cooperativa, el país entero reconoce su enorme legado. Hoy, finalmente, muchos nuevos periodistas conocerán quién fue y es Sergio Campos. Uno de los grandes, de esos que no necesitan luces ni glorias vacías, un héroe, paradójicamente, silencioso en su grandeza.
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