Reflexiones sobre el impacto emocional de la pérdida de un ser querido

¿Qué haré y con quién me quedaré si tú te mueres, mamita? Esta es, sin duda, una de las preguntas más desgarradoras que se pueden plantear a un padre, madre o cuidador que ha enfrentado la angustia de la violencia, el dolor por la vulneración de derechos, las secuelas de la discriminación y la incertidumbre de encontrar a alguien que ame y respete a su hij@ tal como es.

En nuestra sociedad, donde el odio se propaga como pólvora, muchos mapadres no solo tienen la responsabilidad de proteger a nuestr@s hijes de un mundo que les presenta constantes amenazas, sino también de enfrentar nuestros miedos más profundos al intentar dar una respuesta a preguntas tan perturbadoras.

Aquellos que han vivido enfermedades graves o han sido víctimas de torturas y persecuciones suelen entender mejor la magnitud de este dolor. Mi más sincera solidaridad y respeto hacia aquellos que han tenido que afrontar situaciones tan dolorosas, enfrentando sufrimientos tanto físicos como emocionales.

Para nosotr@s, que apoyamos y respetamos cada paso en la transición de nuestr@s hijes, esta angustia se agrava ante la violencia, la desinformación, los juicios injustos y la negligencia institucional. Las consecuencias son difíciles de imaginar para quienes no han experimentado de cerca la brutalidad de la discriminación y la vulneración de derechos. En una sociedad cada vez más individualista y menos empática, el sufrimiento ajeno parece carecer de valor.

La mayoría de los padres, madres y cuidadores que asumen su papel con amor comprenden la impotencia que genera ver a un hij@ sufrir. ¿Cuántas veces nos hemos sentido heridos al ver su dolor físico o emocional? ¿Cuántas veces hemos deseado haber estado más atentos? Estas preguntas son comunes entre nosotros, y muchas veces encontramos soluciones, aunque no siempre en el tiempo que deseamos.

Sin embargo, para nosotr@s, mapadres de niñ@s y jóvenes trans, no solo se trata de buscar soluciones a las dificultades cotidianas, sino de enfrentarnos a desafíos adicionales que ponen en riesgo la sobrevivencia de nuestr@s peques. Con frecuencia, el día a día consiste en encontrar las herramientas necesarias para ¡garantizar la existencia de nuestr@s hij@s, sin que padezcan ninguna enfermedad! Además, debemos garantizar que se respete su derecho a la identidad, un derecho humano consagrado en la carta de derechos humanos, que se cuestiona sin pudor cuando se dice que nuestr@s hijes están enferm@s o que su condición es culpa nuestra. Por eso, es vital recordar a quienes carecen de respeto por la dignidad humana que: ¡el abandono, la estigmatización y el odio también matan! Matan lentamente, cada día, al privarnos del derecho de soñar con un mundo mejor y más justo para todos. El dolor se alimenta de la incertidumbre sobre si nuestr@s hijes serán víctimas de cualquier “loc@ pervers@” en la calle, en el transporte o en instituciones que no resguardan sus derechos. También se perpetúa con la difusión de noticias falsas que avivan el odio y el resentimiento.

Aun así, como decía Pepe Mújica: “derrotados son aquellos que dejan de luchar y dejar de luchar es dejar de soñar… Y siempre vale la pena volver a empezar.”

Quiero que sepan que, a pesar de las veces que sentimos que nos faltan fuerzas o que el dolor nos abruma, nos levantaremos una y mil veces para defender los derechos de nuestr@s hijes y de todos, porque nuestr@s son tan importantes y valios@s como cualquier niñe o joven en el mundo. Estaremos aquí, luchando hasta que llegue el día en que no deban hacer la pregunta: ¿Qué voy a hacer y con quién me voy a quedar si tú te mueres, mamita?

Con Información de pagina19.cl

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