En Chile, la legislación actual limita la participación activa de los padres en la crianza de sus hijos. Las reformas sugeridas y la evidencia científica subrayan la necesidad urgente de avanzar hacia una verdadera corresponsabilidad parental.
Bajo la normativa laboral chilena, los padres con contrato disponen de solo cinco días de permiso tras el nacimiento de su hijo o hija. Este período puede extenderse a 30 días, pero depende de que la madre ceda parte de su postnatal, que dura cinco meses y medio. Así, si la madre decide otorgar un mes al padre, debe retornar al trabajo cuando su bebé tiene apenas cuatro meses y medio.
Esta legislación no solo es inconsistente, sino que también contradice las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, que aboga por la lactancia materna exclusiva y a demanda hasta los seis meses. La posibilidad de acceder a este permiso extendido es prácticamente inexistente; en Chile, solo el 0,2% de los padres lo ha utilizado, no solo por las condiciones restrictivas, sino también por el nivel de involucramiento de los hombres en la crianza y las tareas del hogar.
Por ello, ha surgido el movimiento ciudadano #postnatal12meseschile, que exige una reforma del sistema actual. La propuesta incluye un mes de permiso para el padre o una figura significativa designada por la madre, la continuidad del postnatal parental, extendiéndose a seis meses efectivos, y la adición de seis meses más que pueden ser utilizados por la madre o transferidos al padre o a otra persona relevante.
La evidencia apoya esta iniciativa. Investigaciones recientes (Pizarro & Gartzia, 2024) han documentado varios beneficios relacionados con los permisos de paternidad:
– Relación con los hijos: Se ha observado un fortalecimiento del vínculo entre padre e hijo, mayor cercanía y una mejor comunicación. Estos permisos también incrementan el tiempo de calidad entre padres e hijos, efecto que se mantiene incluso después del regreso del padre al trabajo.
– Relaciones familiares y de pareja: Los padres que toman permisos reportan mayor apoyo y satisfacción en su entorno familiar y en su relación de pareja. Esta experiencia también transforma su identidad, pasando de un rol tradicional de “ayudantes” a un papel más activo en la crianza.
– Salud paterna: Esto se relaciona con un menor riesgo de mortalidad, mayor actividad física, satisfacción hacia la vida, menor riesgo de depresión postnatal y una mayor empatía hacia los pensamientos y emociones de sus hijos.
– Igualdad de género y distribución de tareas: Aunque los resultados varían, algunos estudios indican que los padres que utilizan el permiso tienden a participar de manera más equitativa en el cuidado y las tareas del hogar a mediano plazo.
No obstante, la evidencia también advierte que la normativa por sí sola no es suficiente. Ofrecer permisos no garantiza automáticamente una distribución equitativa de las responsabilidades de cuidado. Para alcanzar una verdadera corresponsabilidad, es esencial un cambio cultural que promueva la participación activa de los padres.
Recuerdo las palabras de una madre entrevistada que encapsulan este tema: “Si voy a tener al padre en casa, sin hacer nada y pidiendo que le sirvan la comida, prefiero que trabaje. No quiero un hijo más.” Por lo tanto, la tarea pendiente no solo consiste en legislar, sino en reflexionar como sociedad y como padres. Asumir nuestras responsabilidades en la crianza es el primer paso para, cuando tengamos más tiempo, estar verdaderamente listos para compartir el cuidado de manera equitativa.
Gerardo Chandía, académico del Departamento de Psicología de la Universidad Católica del Maule.
Con Información de chilelindo.org