Este sábado, más de 200.000 fieles, 50 jefes de Estado y 150 delegaciones internacionales se reunieron en la Plaza de San Pedro del Vaticano para el funeral del Papa Francisco. La ceremonia concluyó con su sepultura en la Basílica de Santa María la Mayor.
Las autoridades informaron que la plaza fue cerrada una vez alcanzado el límite de 50.000 asistentes, mientras que los restantes fieles se ubicaron en Via Concilazione y calles cercanas, donde pudieron seguir la ceremonia a través de pantallas grandes.
El tráfico en Roma estaba prácticamente detenido y los autobuses no operaban para mitigar la congestión en el centro de la ciudad.
En la ceremonia participaron más de 150 delegaciones oficiales, destacando varios jefes de Estado, una decena de monarcas y representantes de diversas religiones del mundo. Asistieron, entre otros, el presidente de Argentina, Javier Milei; y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ubicados en primera fila, seguidos de los monarcas y mandatarios en orden alfabético francés. Entre los asistentes se encontraban el presidente de EE.UU., Donald Trump; el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski; y el presidente francés, Emmanuel Macron.
Los reyes Felipe VI y Letizia de España intercambiaron breves saludos con Donald Trump y su esposa, Melania, tanto antes como durante la misa, en el momento del saludo de la paz, ya que estaban sentados juntos.
Nueve delegaciones de organizaciones internacionales también estuvieron presentes, incluyendo la ONU, el Consejo de Europa, el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la OIT, la OMS, ACNUR y la OIM.
Estuvieron en la Plaza de San Pedro representantes de diversas iglesias, como las ortodoxas, evangélicas y anglicana, así como delegados del judaísmo, islam, budismo, hinduismo, sijismo, zoroastrismo y jainismo.
Las delegaciones llegaron en medio de un estricto dispositivo de seguridad que incluía francotiradores, unidades caninas y equipos de desactivación de bombas.
Tal como mencionó el maestro de ceremonias, Diego Ravelli, “este fue el funeral de un pastor, no de un soberano”, ya que el cuerpo del Papa no se expuso en un catafalco como era tradición en el pasado.
980 CONCELEBRANTES Y MÁS DE 4.000 SACERDOTES
Detrás del ataúd caminaban diáconos y cardenales, todos vestidos de rojo, el color del luto papal. Participaron 980 concelebrantes, que incluían cardenales, obispos y sacerdotes, junto a 200 ministros de la comunión y más de 4.000 sacerdotes. Se prepararon 225 copones para los fieles y 80 cálices para los sacerdotes. Frente al altar, había un ícono de la Salus Populi Romani.
Al colocar el féretro en el atrio -donde se dispuso un Evangelio abierto-, comenzaron a sonar cánticos gregorianos interpretados por el Coro de la Capilla Sixtina. Estos cánticos precedieron a la primera lectura, realizada en inglés a las 10:20 horas, seguida de una lectura en español, la lengua materna del Papa Francisco.
El cardenal decano Giovanni Battista Re pronunció la homilía, recordando a Francisco como “un Papa con el corazón abierto a todos”; resaltó su lucha contra las guerras y su apoyo a migrantes y personas marginadas, así como su visión de una Iglesia con “las puertas siempre abiertas”.
En presencia de los presidentes de Ucrania y EE.UU., Zelenski y Trump, destacó que el Papa Francisco “ha alzado su voz implorando la paz” frente a los horrores de las guerras, lo que llevó a aplausos por parte de los asistentes.
Re también mencionó que, a pesar de su fragilidad y sufrimiento, el Papa eligió servir hasta el final de su vida, haciendo innumerables gestos a favor de refugiados y pobres.
Tras la homilía, se leyeron oraciones de los fieles en varios idiomas y los asistentes se dieron la paz.
Cuando el cardenal Re ordenó el saludo de paz, los Reyes Felipe VI y Letizia fueron los primeros en acercarse a Donald Trump, quien conversaba con su esposa.
Posteriormente, Trump y Melania saludaron a otros dignatarios cercanos, en un contexto de tensión entre su administración y Europa debido a los aranceles impuestos por EE.UU.
Seguidamente, tuvo lugar la Valedictio, el último saludo antes del entierro, seguido de oraciones por el cardenal Baldassare Reina y una súplica en griego por las Iglesias Orientales.
Finalmente, el cardenal Re roció el ataúd con agua bendita e incienso antes de trasladarlo a la Basílica de San Pedro, y de allí, en procesión, a la Basílica de Santa María la Mayor para su entierro.
Con Información de www.lanacion.cl