La situación global presenta importantes tensiones y cambios.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, tras los horrores que esta trajo consigo, los líderes de las naciones acordaron que el uso de la fuerza armada como herramienta en las relaciones internacionales se oponía al orden jurídico internacional. Es fundamental destacar la condena a las acciones militares de un Estado que busca apropiarse de otro territorio.

Este compromiso con la paz va acompañado de un enfoque en el multilateralismo y la organización de la comunidad internacional, con el objetivo de regular el ejercicio del poder y evitar abusos, reconociendo las notables asimetrías entre sus miembros. La guerra dejó como secuela que algunos países adquirieron capacidad nuclear bélica, lo que hace esta regulación aún más necesaria.

A partir de ese momento, se multiplicaron los acuerdos en el ámbito del derecho internacional, tanto consuetudinario como convencional, mediante tratados que buscan regular diversas áreas políticas, comerciales, científicas y fronterizas, entre otras. Todo esto basado en principios y normas que se deben cumplir de buena fe.

Hoy en día, el mundo es testigo de cómo esta complicada estructura es amenazada por líderes que no respetan estos principios ni normas y que ignoran las graves consecuencias que sus acciones pueden provocar. La situación es aún más crítica cuando estos líderes son figuras prominentes: la agresión de Putin a Ucrania marcó una clara transgresión de los límites establecidos.

La llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos ha añadido otro elemento al círculo de poder global que ignora los principios y acuerdos establecidos. Las tensiones generadas en tan solo mes y medio hablan por sí solas. Su enfoque arrogante y su discurso inapropiado para un gobernante, además de distorsionar la verdad, han agredido a aliados históricos.

El panorama es incierto y es crucial responder con firmeza ante el lenguaje bélico que comienzan a utilizar las potencias. La guerra no es un medio para resolver conflictos; por el contrario, solo los agrava, especialmente en un mundo donde existe la capacidad nuclear.

Con Información de www.elperiodista.cl

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