La poesía desde una perspectiva femenina

Por una suerte que me sobrepasa, soy la voz directa de los poetas de mi gente y la voz indirecta de las nobles lenguas españolas”

Fragmento del discurso en la Academia Sueca (10-12-1945)

Lucila Godoy Alcayaga, conocida como la niña prodigio, amaba tanto su tierra que logró transmitir ese sentimiento a través de su poesía. Profundamente enamorada de una raza que ha sido maltratada durante siglos, hombres, mujeres y niños experimentaron en carne propia la desigualdad, el trato denigrante, la explotación infantil y la humillación que padecieron los pueblos indígenas de toda la América morena.

Lucila no fue una niña diferente a las demás en su querido país. Procedente de un remoto pueblo en Montegrande, Vicuña, al norte de Chile, vivió el rigor de la pobreza. Como niña campesina, heredó la inteligencia innata de sus padres, destinada únicamente a escarbar la tierra árida desde el amanecer hasta el ocaso.

En su juventud, se mantuvo alejada del bullicio del mundo, y a muy temprana edad fue descubriendo su talento a través de la escritura, interpretando con su pluma los aspectos más bellos de la vida, en busca de la felicidad para otros, un ideal que para ella era frágil y distante debido a su condición de mujer. Desde su temprana infancia, fue víctima de maltrato por su rebeldía ante tanta injusticia, lo que la llenó de angustia.

Le tocó vivir en un siglo complicado, donde el machismo de la sociedad chilena dificultaba que una joven desconocida, con los pies helados, pudiera romper los antiguos esquemas clasistas de la época. Su poesía, novedosa y denunciante, resonaba con el clamor de un pueblo marchito, tocando el corazón de quienes la leían.

La discriminación hacia su obra, que reflejaba su propia experiencia, fue enfrentada gracias a la poetisa ecuatoriana Adelaida Velasco, quien, junto a su amigo, el diputado Pedro Aguirre Cerda —quien más tarde se convertiría en presidente de Chile—, la dieron a conocer al mundo al postularla para el Premio Nobel de Literatura.

Gabriela Mistral se convierte en un baluarte de la literatura iberoamericana, orgullo nacional que se enfrentó a los grandes de la literatura mundial. Su obra dejó atónitos a todos aquellos que la escucharon, por la belleza y profundidad de sus versos; ante su majestuosidad, nadie pudo permanecer indiferente.

Su creación prolífica se erige como un legado eterno. Obras imprescindibles como “Desolación”, “Ternura”, “Antología”, “Lagar”, “Los sonetos de la muerte”, “El niño solo” y “TALA”, este último dedicado a los niños, niñas y adolescentes víctimas de la guerra civil española en 1938, la cual dejó más de un millón de muertos.

Mistral lanza un grito desesperado ante la indiferencia de un mundo perpetuamente en conflicto, que avanza velozmente hacia su autodestrucción, donde los genocidios son un reflejo de la locura humana.

Este año se cumplen 80 años desde que recibió el merecido Premio Nobel, un acontecimiento que trajo gloria a la poesía chilena. No caigamos en la ignorancia. Su obra es superior a cualquier crítica superficial, que proviene de la habitual envidia de algunos chilenos que se sumergen en su vida personal. Es justo declarar el 7 de abril de 1889, día de su nacimiento, como el Día Nacional de la Poesía Chilena….. Gabriela Mistral, como dice el dicho, nadie es profeta en su tierra, es la marca indeleble que llevas contigo al más allá.

Con Información de desenfoque.cl

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