
Ex concejal y ex director laboral del Banco del Estado.
Recientemente, en julio de 2024, la ONU Comercio y Desarrollo (UNCTAD) publicó su informe sobre la Economía Digital 2024. Este documento aborda la transición hacia una economía sustentada en tecnología digital, en pleno desarrollo tanto en Chile como a nivel global, convirtiéndose así en un análisis relevante y no meramente circunstancial.
En Chile, la economía digital ha evolucionado durante varios años, pero es en tiempos recientes cuando ha demostrado un crecimiento explosivo en diversas actividades económicas, y no solo en el ámbito de los servicios, como sucedía al principio. ¿Cuántas veces hemos reflexionado sobre el impacto ambiental de la economía digital?
La respuesta trasciende a los fabricantes de herramientas digitales que utilizamos diariamente. El informe de la ONU Comercio y Desarrollo (UNCTAD) presenta pruebas concretas de los efectos que la economía digital tiene en nuestro planeta, desmitificando la idea de que la tecnología es neutral. Así, la forma en que enfrentemos la economía digital se ha convertido en un tema social y político de gran importancia.
El informe destaca que “aunque la digitalización impulsa el crecimiento económico mundial y brinda oportunidades únicas para los países en desarrollo, sus impactos ambientales son cada vez más preocupantes.”
Rebeca Grynspan, Secretaria General de la entidad, es clara en su presentación del informe al comentar que “la economía digital, a menudo elogiada por su naturaleza virtual e intangible, ha generado la ilusión de un mundo sin residuos materiales. Sin embargo, este informe expone sin tapujos esa falsedad”.
Organizado en seis capítulos, el informe examina el impacto ambiental del creciente consumo de electricidad y agua, que se atribuye a la producción y uso de dispositivos digitales, centros de datos, redes de telecomunicaciones, Inteligencia Artificial e Internet de las cosas. Además, se menciona cómo la producción y eliminación de dispositivos contribuyen a un aumento del 3.2% en las emisiones globales de gases de efecto invernadero y a la contaminación ambiental derivada de un creciente volumen de desechos en el ciclo de digitalización.
El informe ofrece datos concretos sobre el impacto ambiental de la extracción intensiva de recursos, el aumento en el consumo de agua y electricidad y cómo, al mismo tiempo, se hace cada vez más evidente la desigualdad en las economías emergentes frente a los beneficios que obtienen los países más desarrollados, que cuentan con las tecnologías necesarias para transformar materias primas en dispositivos digitales que luego comercializan globalmente.
Este ciclo perpetuo entre países productores de materias primas y aquellos generadores de ciencia y tecnología perpetúa el subdesarrollo y la pobreza en América Latina. Esto debería ser motivo suficiente para reevaluar la posición estratégica de Chile en su contexto regional, buscando fortalecer alianzas colaborativas que sean justas y sostenibles en el largo plazo, algo que resulta complicado bajo la administración actual de EE. UU.
Algunos datos que ilustran el impacto de la economía digital son sorprendentes: “Producir una computadora de 2 kg requiere aproximadamente 800 kg de materias primas”, mientras que “los centros de datos consumieron 460 TWh (teravatios hora) de electricidad en 2022, cifra que podría duplicarse para 2026.” Un teravatio equivale a mil millones de kWh.
Otro aspecto que aborda el informe de la UNCTAD es la generación de residuos por la digitalización. Este indicador “aumentó un 30% entre 2010 y 2022, alcanzando 10,5 millones de toneladas a nivel mundial”. Los países desarrollados son responsables de 3.25 kilos de “residuos digitales por persona”, en comparación con menos de 1 kg en los países en desarrollo, y solo 0.21 kg en los menos desarrollados. Además, solo el 24% de estos residuos se recoge formalmente a nivel mundial.
¿Dónde termina el resto?
El informe de la UNCTAD, al ser claro y transparentar los datos, también hace un llamado urgente a la comunidad internacional para “implementar políticas integrales que fomenten una economía digital circular”, priorizando “el reciclaje, la reutilización y la recuperación de materiales digitales” con el fin de reducir residuos e impactos ambientales, especialmente en países menos desarrollados. Este llamado, aunque sincero, no parece suficiente para moderar la avaricia de los países capitalistas desarrollados.
El informe no solo plantea las oportunidades que ofrece la economía digital, sino que también visibiliza sus impactos negativos sobre el medioambiente y las comunidades locales. Este momento electoral podría ser una oportunidad para incorporar estos temas al debate público, dado que tienen repercusiones significativas en la vida del país y en las generaciones futuras.
Para un país como Chile, que es productor de materias primas clave para la transición energética como el cobre y el litio, es fundamental establecer una política de Estado que aproveche estos recursos finitos en beneficio del progreso nacional. Esto implica diversificar su matriz productiva y aportar valor a sus bienes mediante una aplicación intensiva del conocimiento.
El avance hacia un desarrollo real, más que ser un modelo lineal y repetitivo como el extractivista, solo será posible con mayores inversiones en ciencia y tecnología, educación pública de calidad y la consagración de derechos sociales que mitiguen los niveles de conflicto evidenciados desde la revuelta social de 2019.
Aquí está el informe: https://unctad.org/publication/digital-economy-report-2024
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