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Por Alejandro Navarro Brain
De manera casi imperceptible, en Chile se ha desatado una intensa ofensiva por parte de la derecha y la ultraderecha. Aunque estas fuerzas están divididas, comparten un objetivo común: vencer a la izquierda en el ámbito cultural y de valores.
Recientemente, la presidenta Bachelet expresó su inquietud respecto al creciente número de jóvenes en Chile que consideran el gobierno de Pinochet como positivo. Hace algunos años, durante el segundo mandato de Piñera (2016-2019), se decidió eliminar la obligatoriedad de las asignaturas de Filosofía e Historia en la educación media, y hoy, diez años después, hay jóvenes que piensan que Pinochet fue un “buen gobernante”.
La derecha ha logrado consolidar el control de los recursos económicos destinados a la educación superior a través de sus universidades privadas. Las más cuestionadas de estas instituciones se han convertido en refugios ideológicos y económicos para exministros de Piñera. Sin ningún pudor, justifican su existencia mientras crean carreras sin considerar las necesidades del país ni los mínimos intereses del Estado, a pesar de ser financiadas por este.
Muchos de los egresados de estas carreras, más del 50%, nunca trabajarán en lo que estudiaron, debido a la gran cantidad de titulados cada año y a la baja o nula empleabilidad.
Cuando tus ideas se convierten en las de la mayoría, no es necesario recurrir a golpes de Estado o a las elecciones, ya que la hegemonía social y cultural se transforma en hegemonía política y económica. Esa es la lección que ha entendido la derecha y que aplica de manera rigurosa. Esta batalla se encuentra en plena marcha y, lamentablemente, estamos perdiendo. Su avance solo ha desacelerado debido a la lucha política por el liderazgo de este proceso, que también ocurre en la izquierda.
¿Quién despertará primero para ganar la batalla de diciembre?
La derecha está en una posición más cercana a obtenerlo, ya que tiene intereses específicos que proteger. El crecimiento del Partido Social Cristiano, que se define como una derecha social y que ganó el municipio de Concepción con un 20% de los votos, es un claro reflejo de la debilidad de una centroizquierda que, dividida, obtuvo más del 40% de los votos.
Un autogol ha perjudicado la imagen de Salvador Allende en un momento crítico para la izquierda, agravado por una decisión lamentable: la compra de la casa del expresidente por parte del Estado de una manera muy cuestionable.
Actualmente, la percepción pública anticipa una inminente segunda vuelta presidencial en noviembre de 2025 entre la derecha y la extrema derecha. En un contexto donde la evaluación positiva del gobierno no supera el 30% y son minoría en la Cámara de Diputados y el Senado, esto trae como resultado un estancamiento total de la agenda gubernamental.
Esta situación ha llevado a repetidas derrotas humillantes, haciendo que los logros, como la gratuidad en Fonasa y la implementación de la jornada laboral de 40 horas, pasen desapercibidos. O que otros temas, como la reforma al sistema de AFP, donde se prometió su eliminación, sean percibidos más como promesas incumplidas que como imposibilidades debido a la condición de minoría en el Congreso Nacional.
Chile, política exterior y relaciones internacionales
La falta de experiencia en el ejercicio del gobierno y los numerosos errores no provocados por esta inexperiencia han marcado la gestión pública y el manejo político, evidenciando problemas en la gobernabilidad diaria. Esto también se refleja en el ámbito de las relaciones internacionales, que son una función exclusiva del presidente.
Resulta difícil entender la firme defensa de Ucrania y la condena a Rusia, aun cuando se han hecho esfuerzos por evitar la guerra. A la vez, hay un distanciamiento inexplicable de China y una inusual cercanía con EE.UU., que está involucrado en diversos conflictos bélicos a nivel global. Es notable que líderes como Trump apoyen a la ultraderecha en Alemania y América Latina.
Estamos creando un ambiente en el que el horizonte de derrota podría no ser solo electoral y nacional, sino también internacional.
Así está actuando nuestro vecino Javier Milei, quien ha expresado opiniones muy críticas hacia los “zurdos hdp” y es un ferviente admirador de Trump. No sorprenderá cómo se posicionará EE.UU. en América Latina, especialmente si debe elegir entre Chile y Argentina, al menos en este año.
Por estas razones, la postura política frente al presidente Maduro es paranoica y carece de un mínimo criterio de política internacional. Tanto es así que no tenemos embajador en Caracas, pero sí en Tel Aviv, a pesar de que el presidente Boric califica a Netanyahu como un “criminal de guerra” con el total respaldo de EE.UU.
Una vez más, la inexperiencia no sirve de justificación para entender el hilo conductor de nuestra política internacional.
Confianza y unidad
La crisis de corrupción que afecta a Chile en todas sus instituciones, incluido el gobierno con el caso Fundaciones, dejará una marca indeleble, recordándonos que la corrupción está presente en toda la política. Es necesario enfrentarla y erradicarla desde la raíz una vez que se detecte. Si esto no sucede, enfrentaremos una doble derrota: moral y política.
El resultado es que nuestra sociedad percibe tanto a la derecha como a la izquierda como corruptas. En los sectores de menores ingresos, es decir, entre los pobres de Chile, la corrupción no genera mayor preocupación porque se ha perdido el sentido de lo colectivo. Lo personal se vive como si el yo fuera lo único que importa, aunque la felicidad y dignidad de ese yo y su familia solo se logren a través de un actuar colectivo, en el que el Estado y el mercado deben estar regulados por la ley y no por la competencia sin reglas.
La presidenta Bachelet ha hecho un llamado público a la ciudadanía exigiendo unidad en la centroizquierda ante el avance de la extrema derecha, tanto en Chile como en el mundo. Comparto plenamente su llamado, aunque sin una conciencia clara de los partidos, este podría quedarse en el vacío.
Además, la denominada sociedad civil está fragmentada y desorientada, lo que se agrava por la falta de liderazgos políticos que han sido blanco de ataques a través del lawfare y campañas de desprestigio por algunos (no todos) medios de comunicación.
Un candidato presidencial adecuado, el reto inmediato del progresismo
Las próximas semanas serán cruciales para evaluar nuestra capacidad de entender lo que está pasando y lo que se avecina. Estar a la altura de las circunstancias pondrá a prueba nuestra capacidad de sobrevivir como proyecto político en Chile en un periodo muy corto.
Por lo tanto, la región del Biobío tiene un papel histórico que desempeñar para enfrentar sus propios problemas, que son inminentes y complejos. La crisis que el cambio climático ya ha iniciado en la mayor zona pesquera industrial y artesanal de Chile, junto con la rápida disminución de las inversiones en el sector forestal, apuntan a una crisis de empleo sin precedentes en los últimos dos siglos.
Es crucial quién gobierne Chile, destacando la paradoja valórica que implica que la hija de un general asesinado por la dictadura haya sido presidenta en dos ocasiones, y ahora esté en la posibilidad de gobernar la hija de un general que participó en la misma dictadura, ambos de la misma rama de las Fuerzas Armadas. Esto refleja la profundidad de los cambios culturales y de valores que se están dando y la naturaleza de la disputa en curso.
Contar con un candidato presidencial adecuado y planificado es un reto inmediato para el progresismo, así como presentar listas de candidatos al Parlamento que comprendan el fenómeno social actual en Chile y que estén conscientes de que no solo deben representar, sino también luchar.
En política, las cosas no son lo que son, sino lo que parecen ser. Si no se da un cambio de rumbo que corrija este curso, el naufragio será inevitable.
Por Alejandro Navarro Brain
Exsenador de la República
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.
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