José “Pepe” Mujica: Un líder revolucionario reflexivo.

Todo ha sido expresado, Pepe. Solo nos queda tu ausencia, que pesa en nuestras almas. Nos sentimos huérfanos de tu presencia. Sabíamos que tu partida era inminente; fue una muerte anunciada, pero eso no mitiga el dolor. Te fuiste una semana antes de cumplir 90 años, en silencio, como siempre hiciste: con sobriedad y humildad. “Dicen que soy un presidente pobre. Pobres son quienes necesitan mucho. Aprendí a vivir con poco”, dijiste alguna vez. Así partiste.

América Latina viste luto. Los presidentes de la región destacan tu liderazgo y tu calidez. Solo Milei guarda un silencio absoluto. Tu compañero, Yamandú Orsi, escribió en redes sociales: “Militante y referente. Te extrañaremos, viejo querido. Gracias por tu amor a nuestro pueblo”. Te apodaban el revolucionario tranquilo, legendario tupamaro, ejemplo para las nuevas generaciones. Un «bicho raro», como te describías.

En 1964, te uniste a los tupamaros y fuiste encarcelado tras un asalto fallido a Sudamtex en Montevideo. Cayendo en la clandestinidad cinco años después, luchaste durante la dictadura uruguaya, resultando gravemente herido. Fuiste prisionero durante trece años en condiciones inhumanas, confinado en un espacio reducido. “Estuve encerrado durante siete años, sin libros ni lecturas. Caminaba media hora al mes. Para no volverme loco, recordaba lo que había leído y lo que había pensado en mi juventud”, compartirías más adelante. Dos años de esos los pasaste en un aljibe sin luz ni movimiento.

La falta de agua te llevó a beber tu propia orina. Perdiste todos tus dientes y un riñón. Escuchabas voces y aprendiste a oír a las hormigas: “En el pozo aprendí que las hormigas gritan”, recordarías. “Te vas físicamente, pero siempre permanecerás. El olivo que plantamos en tu chacra florecerá. Un abrazo a Lucía y a tu querido pueblo”, expresó Boric tras tu partida.

Cierro los ojos y te imagino: tu melena gris y desaliñada, tus cejas hirsutas, esa mueca que a veces sonreía, y tus ojos pícaros. De apariencia modesta, en tus zapatos llenos de barro, con tu camisa de franela, pareces un campesino bonachón. A tu lado, Manuela, tu perra de tres patas, tus animales y tu fiel escarabajo celeste que te ha acompañado por casi cuatro décadas.

Estás en tu rancho, tu hogar desde 1985, rodeado de hortalizas en Rincón del Cerro, cerca de Montevideo. Ahí estás con Lucía, tu compañera desde tu juventud, quien te colocó la banda presidencial en 2010. Ella fue la senadora más votada y vice del presidente Tabaré Vázquez.

“El amor tiene edades. De joven es fuego, de viejo, costumbre dulce. Si estoy aquí es gracias a ella”, comentaste en una ocasión. En enero pasado, informaste sobre la expansión de tu cáncer y aceptaste tu destino con fortaleza. A pesar de la fragilidad, advertiste: “No vivas temblando ante la muerte. Acéptala”.

Ni el poder te sedujo para dejar tu hogar: llegaste en moto a tu primer día como senador, despreciando las formalidades. Como presidente, renunciaste a lujos, donaste casi tu sueldo y continuaste cultivando tus crisantemos. Sin embargo, lograste importantes avances sociales: despenalizaste el aborto, legalizaste el matrimonio igualitario y el uso de marihuana. “Pertenezco a una generación que buscó cambiar el mundo; aunque fui derrotado, sigo soñando con un futuro mejor”, dijiste en una entrevista como presidente.

“Soy un anciano cercano a la despedida”, compartiste en la campaña del Movimiento de Participación Popular. “La muerte es complicada, pero sin ella, la vida sería aburrida. Ella hace que la vida sea una aventura”.

Con Información de pagina19.cl

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