Interacción entre diversas culturas familiares en el entorno escolar.

En octubre de 2023, un profesor de matemáticas sufrió fracturas faciales tras ser agredido por un estudiante en el Liceo Centro Educacional Municipal San Ramón, en Santiago. La agresión ocurrió durante una conversación sobre el bajo rendimiento académico del estudiante. En septiembre de 2024, en el Liceo de Gastronomía y Turismo de Quilpué, se produjo una pelea entre un grupo de apoderados, resultando en lesiones a trabajadores del colegio y daños materiales. Este grupo había sido convocado para discutir riñas entre los alumnos.

Se percibe una sensación de impunidad ante la violencia; es común que los reglamentos de las instituciones educativas prioricen el bienestar colectivo sobre el individual. En Chile, se ha legislado e invertido en convivencia escolar desde hace 14 años: las escuelas han tenido que destinar más recursos humanos y materiales para implementar la ley 20.536, promulgada en 2011, que establece la obligatoriedad de contar con un encargado de convivencia escolar en cada establecimiento, responsable de promover un ambiente armónico.

Las instituciones educativas han incrementado su burocracia a fin de resolver conflictos mediante protocolos que buscan abordar problemas humanos entre individuos de diversas edades y culturas. Mientras que un sector del país aboga por una «mano dura» ante cualquier conflicto, esto nos lleva a reflexionar si como comunidad educativa estamos realmente preparados para gestionar los problemas, enfocándonos en seguir protocolos y sanciones específicas, y en consecuencia, convirtiéndonos en meros gestores del orden en vez de formadores de ciudadanos.

Un programa destacado en este ámbito es “A convivir se aprende”, impulsado por la Universidad Católica de Valparaíso y la Universidad de Playa Ancha, que trabaja directamente con equipos de gestión y convivencia escolar. Entre 2022 y 2023, se implementó en más de 60 colegios, donde se reportaron mejoras en la resolución de conflictos y en el clima escolar. También existió una app llamada «Apprendiendo a Convivir», desarrollada por la Universidad Austral de Chile, que se centraba en la educación socioafectiva, la colaboración y la participación democrática. Esta aplicación permite reportar situaciones de convivencia y ha mostrado resultados positivos en la gestión de conflictos en diversas comunidades educativas.

Las escuelas son esenciales para fortalecer la autonomía de los individuos y sus relaciones. Son la base del desarrollo social y económico del país y, por ello, es crucial considerar las iniciativas mencionadas anteriormente. Sería aconsejable reducir la burocracia impuesta para la resolución de conflictos en las instituciones educativas, otorgando mayor autonomía respaldada en sus decisiones, de acuerdo con su proyecto educativo. Como sociedad, debemos entender que la convivencia no se aprende únicamente mediante la escritura de normas, sino viviéndola y construyendo juntos.

Deseo no centrar la conversación en cuestiones legales, aunque la ley Aula Segura, por ejemplo, permite el cambio de ambiente de un estudiante que altera el bienestar de la comunidad, algo que antes se conocía como expulsión, aplicable en casos donde los esfuerzos por una convivencia favorable no sean suficientes.

Pensemos que cada familia establece sus propias normas para convivir en armonía, influenciadas por valores, costumbres y experiencias que pueden variar notablemente de un hogar a otro. Así, lo aceptable para una familia puede ser inaceptable para otra. Estas «culturas familiares» inevitablemente convergen en un espacio común: el aula. Imaginemos a tres estudiantes: Pedro, quien resuelve conflictos con violencia; Juan, que vive en un hogar donde no se permite alzar la voz, y Diego, que vive con sus abuelos. Estos tres, con experiencias muy diferentes, se enfrentan a un mismo conflicto. ¿Cómo lo resuelven? Probablemente a través de un reglamento escolar que no tuvieron la oportunidad de ayudar a construir.

A pesar de sus diferencias culturales, Pedro, Juan y Diego deben aprender a resolver conflictos en un marco común. Esa es la complejidad —y riqueza— de convivir en estos pequeños países que son las escuelas, porque al final del día, los jóvenes son un reflejo de lo que han observado en nosotros.

Lo ideal es que los reglamentos escolares se construyan de manera participativa, integrando al consejo escolar y a todos los integrantes de la comunidad educativa. Solo así se establecerán normas legítimas que respondan a la diversidad de quienes forman parte de la escuela.

He reescrito el contenido para mantener la idea central y el mensaje sin cambiar la estructura principal.

Con Información de pagina19.cl

Publicidad

Comparte:

Popular

Relacionado
Relacionado