Por Vicente Painel Seguel
Aunque no es complicado de comprender, se aleja del sentido común, como cuando se confunden valor y precio. La reciprocidad, que actúa como un vínculo simbiótico y amoroso, es un factor esencial para la existencia y la vida sin muerte. Nuestras mentes a menudo no se ejercitan para entenderse a sí mismas; al igual que una bicicleta, si no se pedalea, eventualmente caerá. El micelio o micorriza son filamentos de hongos que crean una conexión simbiótica con las raíces, casi como el sistema nervioso del sotobosque, promoviendo la vida y la regeneración del bosque. Sin embargo, esta perspectiva sobre los hongos es a menudo ignorada, ya que en la educación tradicional se les presenta como parásitos, cargados de una valoración negativa que, curiosamente, hoy en día no es baja. Se les percibe como antagonistas de la productividad, casi como un cáncer a eliminar. Pensar en movimiento implica adoptar una biología cultural que rara vez se enseña en las aulas. No es de extrañar que Maturana y Varela sean considerados los padres de la Teoría de Santiago, pero que en Santiago pocos reconozcan su obra. Es similar al concepto de itrofil mogen, la idea de la micro diversidad mapuche, que se reconoce más en tesis de posgrado en universidades de la Unión Europea que en investigaciones chilenas. Este conocimiento original de la tierra se ha relegado a un ámbito de ficción, como en la película Avatar, lo que plantea la pregunta: ¿será por ello que se carece de amor propio?
El reino fungi ha ido ganando reconocimiento recientemente; quizás el aumento de precio de los champiñones, la popularidad del shiitake, o la influencia de la cocina francesa han contribuido a ello. Hay una hermosa película mapuche llamada “Folil”, que es muy educativa. Platillos como dihueñes, changles, morillas y gargal emergen como joyas de la gastronomía mapuche. Comiendo, la gente tiende a comprenderse; es en la comida donde se forjan grandes compromisos: matrimonios, seducciones, negocios, y noticias. En esos banquetes, la humanidad encuentra una forma de reconciliación consigo misma a pesar de la enajenación social; algún día, eso también incluirá la naturaleza en una forma de religare. De hecho, muchos de los antibióticos, como la penicilina, provienen de los hongos; sin embargo, la humanidad parece ignorar sus valores y sus raíces. ¿Está Occidente atravesando una era autodestructiva en su evolución? La realidad es que los hongos existen y persistirán; ahí radica su inmenso valor. Estudiar el micelio puede ofrecer nuevas perspectivas sobre el futuro; integrar el micelioar en nuestra forma de pensar podría dotar de virtudes a esta sociedad, estancada en un binarismo rígido que dicta el sí y el no, la Concertación y la Derecha, el apruebo y el rechazo, lo masculino y lo femenino, lo blanco y lo negro. Aunque podemos combinar ceros y unos de muchas maneras, la inteligencia se fundamenta en la capacidad de resolver problemas de manera autónoma; eso implica crear, no simplemente reaccionar. Hombre y mujer que no se comunican no pueden procrear; el desafío de este binarismo estático es que no tiene en cuenta la simbiosis, el amor. El amor posee un valor similar al de los hongos: es clave para considerar nuestras vastas oportunidades.
Por Vicente Painel Seguel
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