Exploración de la vida en el universo: ¿Estamos ante el inicio de una nueva etapa evolutiva?

El origen de nuestro universo se remonta a un instante específico hace 13.800 millones de años. En ese breve momento, los átomos de hidrógeno primitivos inicialmente perdieron un electrón, y al recuperarlo emitieron un fotón, una pequeña partícula de luz. Con el tiempo, estos átomos se agruparon, formando partículas minúsculas que, atraídas por la gravedad, aumentaron su masa en un viaje acelerado por el espacio. Al comienzo, solo había dos elementos en el universo: aproximadamente un 92% de hidrógeno y un 8% de helio. Desde entonces, millones de partículas se han enlazado impulsadas por la gravedad, expandiéndose en todas direcciones a través del vasto vacío cósmico. Hoy en día nos referimos a este vasto conjunto de cuerpos como el Universo. En medio de ellos, encontramos un pequeño planeta azul y verde llamado Tierra, que ha estado evolucionando en el espacio durante 4.500 millones de años, de los cuales solo en los últimos 3.800 millones ha existido vida. Situada a 150 millones de kilómetros del Sol, este planeta se alimenta de su luz. El Sol, una enana roja que se mueve a 72.000 kilómetros por hora, se formó antes que la Tierra, hace 4.600 millones de años, y según Galileo, es el centro de nuestro sistema, el cual se extinguira en aproximadamente 7.000 millones de años.

Actualmente, sabemos que en nuestra galaxia, la Vía Láctea, hay alrededor de 200.000 millones de estrellas y unos 50.000 millones de planetas que cuentan con agua líquida y todas las moléculas esenciales para el surgimiento de la vida (Loeb, 2020). La vida, ese fenómeno que ha evolucionado desde formas simples hasta complejas, que poseen metabolismo, se reproducen y siguen un camino evolutivo hacia estructuras más sofisticadas. Esto implica que existen muchos más lugares con condiciones similares a las de la Tierra, donde la vida, sin importar su origen o propósito, podría haberse desarrollado y seguir evolucionando. Además, nuestra galaxia es solo una de las aproximadamente dos billones de galaxias en el universo observable. Hoy en día, la ciencia ha demostrado que existen algunas formas de vida que pueden resistir los viajes a través del espacio hacia la Tierra.

Las leyes físicas y biológicas que rigen nuestro entendimiento del universo y la vida son las mismas para nuestro mundo y otros. Esto también se aplica a los cuerpos celestes que consideramos Exoplanetas. Existe una única física y biología cuya historia de descubrimientos nos sugiere que la vida debería seguir principios fundamentales comunes, aunque posiblemente con diferentes procesos evolutivos y relaciones entre organismos. Lo sabemos en la Tierra y lo asumimos para el espacio en función de nuestra comprensión de la notable capacidad de adaptación de la vida en diversos ambientes, como se ha evidenciado en millones de años de evolución terrestre. Cualquier vida aún no descubierta que pueda existir en el cosmos probablemente ha transitado por procesos análogos, lo cual es comprensible a través de la ciencia. Sin embargo, enfrentamos el desafío de que nuestras naves espaciales son aún muy lentas para realizar viajes interestelares y visitar otros mundos donde podría haber vida. Con una nave de propulsión química como las actuales, tardaríamos 1,000 años en llegar al sistema estelar más cercano, Alfa Centauri, que está a 4.3 años luz de la Tierra, es decir, 41.2 billones de kilómetros de distancia. Hoy, eso es inviable. Las naves espaciales tripuladas que poseen las potencias mundiales solo pueden viajar en el espacio más allá de la Tierra, pero no lo suficientemente lejos ni a la velocidad requerida. El borde de nuestro sistema solar, más allá de Neptuno, está a 100 años viajando, seguido de la nube de Oort y, más allá, el vasto espacio interestelar aún no visitado por humanos. Pese a esto, nuestras sondas han explorado casi todos los planetas y lunas de nuestro sistema solar, aquel que Copérnico definió donde los planetas giran alrededor del Sol y no alrededor de la Tierra.

En 1924, el ruso Oparin y el inglés Haldane demostraron que en condiciones físico-químicas adecuadas es posible generar las moléculas precursoras de la vida. Sus experimentos, conocidos como las Sopas de Oparin, consistieron en mezclar ingredientes esenciales en una solución acuosa que, sometida a descargas eléctricas, generó algunas de las moléculas orgánicas iniciales de la vida. Desde entonces, se han llevado a cabo muchos más experimentos que han reconstruido los hitos esenciales en la aparición y evolución de la vida, lo que se puede entender como el primer empuje vital, la Vis Vitalis, que da inicio al continuo de la vida. También sabemos, gracias a estudios de Jack Szostak, Premio Nobel en 2009, entre otros, que se han creado moléculas orgánicas capaces de auto-replicarse en el laboratorio, lo cual es fundamental para la evolución de la vida a través de la herencia. Actualmente, se ha encontrado ácido carbónico, un precursor de los aminoácidos, en muchos planetas y sus lunas. No sería sorprendente que en un universo tan diverso, la vida, una vez generada espontáneamente, haya evolucionado para adaptarse a los ambientes más extremos. Además, se ha comprobado que ciertas bacterias y virus pueden sobrevivir al calor del viaje interestelar y la intensa radiación ultravioleta, viajando grandes distancias cósmicas. La comunidad científica actual entiende que las moléculas orgánicas son comunes en toda la galaxia. Se puede conjeturar que este mismo proceso se ha replicado en la infinidad de Exoplanetas existentes. Kelvin, en 1871, postuló el concepto de Panspermia, sugiriendo que la vida terrestre podría haber llegado desde el exterior. Hoy también consideramos que esta dirección podría ser inversa. Una sonda que exploró Venus reveló el 14 de septiembre de 2020 que en su atmósfera extrema había fosfano, un compuesto orgánico, así como gases similares a los de nuestra atmósfera, lo que sugiere que podría haber vida. Es plausible que, si existiese vida extraterrestre, esta pudiera tener un origen o ancestro similar al de la vida terrestre. Recientemente, la doble detección de cloruro de metilo en una región de formación estelar y en un cometa indica que estos compuestos formaron parte del ‘caldo primigenio’ que desarrolló la Tierra y algunos exoplanetas rocosos recién formados. Estos son los Biomarcadores, compuestos químicos o patrones cuya existencia requiere necesariamente de la vida.

Si existieran otras formas de vida extraterrestres, podrían haber seguido un patrón evolutivo similar y ser igual o más inteligentes que nosotros. Hoy sabemos que los ecosistemas y diferentes organismos, a lo largo de millones de años, podrían haber desarrollado procesos fisiológicos y evolutivos parecidos a los terrestres para su supervivencia. Podemos apoyarnos en la Teoría de la Evolución de Darwin, llevándola a un nivel cósmico. Si la vida no viajara entre planetas, y teniendo una base común, esperaríamos que cualquier vida futura que encontráramos en el universo fuese bastante diferente a la nuestra, pero actualmente no lo sabemos.

En la actualidad, los astrofísicos utilizan tres características para identificar si los viajeros galácticos o naves son de origen natural o artificial. La primera es el tipo de órbita que describen en su trayecto, la segunda, la forma del objeto viajero, y la tercera, el tipo de reflexión que registra de la luz para determinar los materiales de los que está compuesto. Avi Loeb y su grupo de astrofísicos de la Universidad de Harvard identificaron el 19 de octubre de 2017, usando estos criterios, a un objeto intergaláctico no humano al que denominaron Oumuamua (Primer mensajero lejano, en hawaiano), un cuerpo alargado como un cigarro, luminoso y plano, con una órbita que parecía ajustarse a voluntad, moviéndose a 300.000 km por hora. Lo clasificarían como el objeto 1 I/2017, el primer cuerpo intergaláctico artificial conocido en la historia. Aunque se trata de evidencia científica, no es concluyente, ya que aún no se ha investigado a fondo este fenómeno, ya que cambió su órbita y salió de nuestro sistema solar.

La ficción humana sobre la existencia de vida extraterrestre ha estado presente a lo largo de los siglos, muchas veces con un enfoque temeroso, contemplando un posible contacto conflictivo. Se han elaborado narrativas sobre luchas por recursos escasos en la Tierra como una razón para visitas extraterrestres. Sin embargo, tales conflictos también han sido parte de la historia evolutiva terrestre. La vida implica una lucha constante contra otros organismos (bacterias y entidades) deseosos de colonizar nuestros cuerpos, ante los cuales hemos desarrollado defensas e inmunidad a lo largo de millones de años. Es probable que un contacto futuro con nuevas formas de vida tome diversas formas, desde interacciones benignas hasta situaciones hostiles, como las violencias sufridas en la colonización del Nuevo Mundo por Europa. Sin duda, lo que seguramente se intensificará tras superar la gigantesca barrera de las distancias será una nueva etapa evolutiva: la confluencia de la vida terrestre con la vida extraterrestre. Actualmente, contamos con tecnologías en la Tierra que nos permiten crear nuevas entidades biológicas, transformando los genes terrestres en vastas fuentes de variabilidad biológica. Al descubrir nuevos organismos, se incorporarían los genes de esta vida extraterrestre, dando inicio a una Nueva Era Evolutiva. Definitivamente, es alentador imaginar, con las evidencias científicas actuales, una expansión de la Diversidad Biológica, que posiblemente aumente de manera exponencial la cantidad de especies, diversidad genética y ecosistemas conocidos.

Hoy, la información disponible sugiere que es posible que ya hayamos sido visitados por vida e inteligencia extraterrestre. Estos mundos, posiblemente conocidos solo por unos pocos países y personas, pueden tener un origen más antiguo que los 13.800 millones de años de nuestro universo. Las Sopas de Oparin no solo pueden haber emergido en la Tierra, sino también en muchas otras regiones del universo desde tiempos inmemoriales. La ciencia continúa descubriendo cada día enormes posibilidades de que emerja vida en planetas lejanos, donde nuestras sondas espaciales detectan moléculas y entornos capaces de albergar vida, aún no completamente comprendidos. Aparentemente, hemos sido visitados en diferentes épocas de la historia terrestre, dejando huellas que aún intentamos desentrañar, ya sea a través de la Ingeniería Inversa, entendiendo el ensamblaje y función de artefactos desconocidos, o revisitando la historia humana profunda, donde las cronologías no coinciden con los descubrimientos actuales de tecnologías sofisticadas. Todo parece indicar que tenemos una historia mucho más rica y prolongada de lo que hemos comprendido hasta ahora. ¿Estamos ante una nueva expansión de la consciencia y entendimiento humano? El universo podría estar en la cúspide de una maravillosa expansión, algo que jamás habíamos podido imaginar, aunque todavía no hay señales claras de vida extraterrestre inteligente que sean accesibles para la humanidad.

Con Información de pagina19.cl

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