Por Jadille Mussa – Profesora de Arquitectura del Paisaje, U.Central
Aunque en Chile no tenemos capibaras, los coipos actúan como su homólogo local, al ser criaturas encantadoras que merecen ser destacadas, al igual que otros roedores de diferentes regiones. Originarios de nuestro país, estos simpáticos animales juegan un papel ecológico esencial y añaden un valor estético a nuestros ecosistemas.
Los coipos son conocidos por su notable capacidad de adaptación, su robustez y su distintivo pelaje marrón oscuro y suave, rasgos que los hacen fácilmente reconocibles. Frecuentemente, pueden observarse cerca de ríos, lagos y humedales, donde desempeñan una función clave en la estabilidad del ecosistema acuático. Su hábitat preferido y su comportamiento semiacuático los convierten en un atractivo tanto para naturalistas como para amantes de la naturaleza.
A diferencia de otras regiones de Sudamérica donde los capibaras son comunes y simbolizan la biodiversidad, en Chile tenemos la oportunidad de apreciar la singularidad de los coipos, que, aunque menos reconocidos, son igual de fascinantes. Su presencia es crucial para la salud de las zonas húmedas y fundamental para el ciclo natural de diversas especies.
Es fundamental valorar y proteger a los coipos, que son además el símbolo de CONAF en Chile, así como su hábitat, para garantizar su bienestar y el de nuestro entorno natural. Aunque los capibaras tienen su lugar en la fauna sudamericana, los coipos deberían ser celebrados con igual, o incluso mayor, reconocimiento que otras especies del continente.
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