El Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) es una enfermedad real y debilitante que afecta silenciosamente a los trabajadores, a menudo confundida con desmotivación o falta de compromiso.
El agotamiento constante que muchas personas experimentan no siempre es causado por el estrés diario o por una mala noche de sueño. En ciertos casos, esta fatiga persistente puede ser un indicio de una condición médica conocida como Síndrome de Fatiga Crónica (SFC), una enfermedad compleja que impacta profundamente el bienestar físico, emocional y laboral.
El SFC se caracteriza por una fatiga intensa y duradera que persiste al menos seis meses, no mejora con el descanso y suele acompañarse de otros síntomas como trastornos del sueño, dificultades cognitivas, dolor muscular y alteraciones emocionales. A diferencia del cansancio temporal, esta condición interfiere notablemente en las actividades diarias y en el rendimiento profesional.
Un contexto preocupante en el ámbito laboral
En América Latina, el 40% de los trabajadores presenta síntomas de ansiedad o depresión, y solo la mitad recibe atención profesional a tiempo, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS). En Chile, un estudio de Laborum en 2024 reveló que el 89% de los trabajadores manifiestan síntomas relacionados con el síndrome de burnout, que a su vez está ligado al estrés laboral crónico.
Aunque el burnout y el SFC son condiciones diferentes, comparten síntomas como la fatiga persistente y la disminución del rendimiento, lo que podría dificultar la identificación de casos de Síndrome de Fatiga Crónica en el entorno laboral.
Además, datos recientes del asistente virtual MHAITE, desarrollado por el Grupo Cetep, indican que 4 de cada 10 trabajadores evaluados en diversas organizaciones fueron derivados a atención psicológica, reflejando una creciente necesidad de apoyo en salud mental en entornos corporativos.
Consecuencias emocionales y organizacionales
«El SFC no solo impacta la salud física de quienes lo padecen, sino también su bienestar emocional», señala Susana Romero, psicóloga del Grupo Cetep. «Las personas pueden experimentar síntomas de depresión, ansiedad anticipatoria, temor al iniciar tareas, dudas sobre su rendimiento, aislamiento y una notable reducción de la autoestima», añade.
En el ámbito laboral, esto se traduce en baja productividad, aumento del ausentismo, rotación de personal y costos adicionales relacionados con atención médica y capacitación de nuevos empleados.
¿Qué pueden hacer las organizaciones?
Ante esta situación, es fundamental que las empresas adopten un enfoque proactivo respecto a la salud mental de sus trabajadores. Algunas estrategias efectivas incluyen:
-
Implementar programas de bienestar integral, que incluyan talleres de manejo del estrés, pausas activas y actividades físicas.
-
Fomentar la flexibilidad laboral, permitiendo modalidades híbridas o ajustes horarios que favorezcan el equilibrio entre vida y trabajo.
-
Capacitar a los líderes para que detecten signos de fatiga crónica y actúen rápidamente.
-
Asegurar el acceso a servicios de salud mental, brindando atención profesional de manera oportuna y confidencial.
Es vital reconocer que la fatiga extrema no equivale a pereza, sino que puede reflejar una condición médica real. Esta conciencia es clave para ofrecer respuestas efectivas. El compromiso con la salud mental no solo mejora la calidad de vida de los trabajadores, sino que también fortalece la sostenibilidad y resiliencia de las organizaciones.
Con Información de hoysantiago.cl