En un escenario global donde las emisiones de CO2 siguen aumentando, las promesas de reducción de emisiones realizadas por grandes corporaciones se han convertido en un tema de intenso debate. Sin embargo, más allá de las declaraciones públicas, surge una importante pregunta: ¿Cuál es el verdadero impacto de estos compromisos en la acción efectiva?
La reciente salida de Estados Unidos del Acuerdo de París y el caso de JBS, la empresa cárnica brasileña, han puesto de manifiesto una realidad preocupante: los compromisos ambientales de algunas de las empresas y gobiernos más poderosos no siempre se materializan en acciones concretas. ¿Cómo es posible que una de las compañías con mayor huella de carbono del mundo retroceda en su promesa de alcanzar emisiones netas cero para 2040, describiendo su objetivo como una simple «aspiración»? Estas declaraciones indican una alarmante desconexión entre las metas climáticas anunciadas y las acciones necesarias para conseguirlas.
A esto se suma un fenómeno crítico que agrava la situación: el greenwashing. Las empresas que utilizan la sostenibilidad como un simple eslogan publicitario, sin un respaldo real, contribuyen a la desconfianza general. En Chile, la falta de un organismo regulador que supervise las declaraciones ambientales ha permitido que muchas compañías exageren o incluso falsifiquen sus credenciales ecológicas sin enfrentar consecuencias. La Ley contra el Greenwashing, actualmente en discusión en el Senado, tiene como propósito regular estas prácticas al exigir mayor claridad en las afirmaciones ambientales y pruebas verificables que respalden las declaraciones corporativas. Su aprobación representaría un avance significativo en la transparencia empresarial y la protección del consumidor.
A más de un año de la implementación de la Ley REP, los desafíos siguen siendo considerablemente grandes. Según el Barómetro de la Ley REP, realizado por ReSimple y Cadem, el 55% de los chilenos considera que las empresas son las principales responsables de aumentar las tasas de reciclaje, mientras que solo el 14% cree que esa función debe recaer en los ciudadanos. Es más, más del 60% de las personas no sabe cómo reciclar adecuadamente, lo que pone de relieve una falta de información que obstaculiza el desarrollo de una cultura de reciclaje efectiva. Esta situación plantea una oportunidad para que las empresas no solo cumplan con las normativas, sino que también desempeñen un papel activo en la educación y sensibilización del público. Promover modelos de economía circular y estrategias que faciliten el acceso a recursos de reciclaje puede ser crucial en la transición hacia un consumo más responsable.
Las empresas deben ir más allá de declarar objetivos a largo plazo que son inverificables o carecen de un plan concreto. Es vital que asuman la responsabilidad por su impacto y actúen de manera urgente, promoviendo planes de transición climática que sean claros y medibles. Esto no solo requiere un compromiso serio desde la alta dirección, sino también la participación activa de todos los colaboradores mediante la fijación de metas específicas a corto y mediano plazo.
En este contexto, Chile ha adoptado compromisos ambiciosos, como alcanzar la neutralidad de carbono a más tardar en 2050 y reducir en un 25% sus emisiones de carbono negro para 2030, en comparación con 2016. Para alcanzar estas metas, el país ha implementado regulaciones clave como la Ley Marco de Cambio Climático, que establece responsabilidades tanto para el sector público como para el privado. Sin embargo, sin la participación activa del mundo empresarial, estas metas se vuelven difíciles de realizar. Las empresas tienen un papel esencial en acelerar la transición, alineando sus estrategias con los compromisos nacionales y adoptando medidas concretas para reducir su huella ambiental de manera efectiva.
Es hora de que las empresas abandonen las promesas vacías y adopten un enfoque realmente responsable y audaz frente a la crisis climática. Este es el momento de exigir que los objetivos estén acompañados de resultados concretos y verificables. Las generaciones futuras merecen acciones reales y sostenibles, no solo promesas.
Por: Gustavo Cruz de Moraes, Gerente General Natura Chile
Con Información de hoysantiago.cl