La profesión indiscreta*
No tiene sentido, ni contribuye a la salud de la esfera pública, quejarse de los periodistas por divulgar filtraciones relacionadas con las investigaciones del Ministerio Público.
En este aspecto, al igual que en otros ámbitos de la vida, cada quien cumple con su responsabilidad.
El Ministerio Público tiene un deber de confidencialidad con respecto a la información contenida en la carpeta de investigación; sin embargo, este deber no se extiende a los medios de comunicación, cuyo propósito es, por el contrario, informar sobre lo que tiene relevancia pública.
Aunque a menudo se olvida, la esencia del periodismo radica en la indiscreción y no en la reserva, en el deseo de descubrir lo oculto en lugar de enmascararlo, en interpretar lo que no se dice directamente, más que en la literalidad de las palabras. Este es su fundamento. Por ello, cualquier información que llegue a manos de los medios que consideren de interés público debe ser divulgada. Por supuesto, los medios pueden equivocarse al valorar si algo es de interés público o no; sin embargo, debemos confiar en su criterio, ya que permitir que una autoridad determine de antemano qué información es relevante implica limitar la libertad de prensa, que es fundamental en una sociedad democrática.
Por eso, no tiene mucho sentido quejarse de los medios que recientemente han publicado conversaciones de la diputada Cariola o la exalcaldesa Hassler. A pesar de que dichas conversaciones son privadas en función de su contexto, es evidente que su contenido reviste interés público. ¿Acaso no es relevante cómo una representante evalúa el desempeño del Gobierno al que pertenece? ¿No tiene importancia el intercambio de favores o la insinuación de que estos debían existir?
Algunos argumentarán que esas conversaciones forman parte de una comunicación informal y que las críticas a la gestión del Gobierno provienen de un momento de frustración; sin embargo, esto no elimina el interés público de tales intercambios. No se han expuesto aspectos privados, ni temores personales, sino la respuesta de una política a su propio desempeño y responsabilidades. ¿Son comentarios realizados en un momento de ira? Eso no los inmuniza ante la opinión pública si se trata de la gestión de asuntos gubernamentales.
Lo que resulta llamativo es la protesta por la difusión de estas conversaciones, mientras se guarda silencio frente a la búsqueda exhaustiva que el Ministerio Público ha realizado en otros casos, como el de Hermosilla, donde se llevó a cabo una revisión minuciosa de comunicaciones buscando delitos no confirmados, sino aquellos que teóricamente debieron ocurrir. Es preocupante que se critiquen los casos de interés público y, en cambio, se aplauda o ignore la investigación inquisitiva del Ministerio Público en situaciones anteriores, donde se analizaban comunicaciones sin un delito específico en mente, sino persiguiendo erróneamente cualquier falta potencial.
Sin embargo, en el caso de Cariola, es claro que no se ha vulnerado la privacidad, ni se ha quebrantado un deber de discreción que no existe para los periodistas, quienes, afortunadamente para la democracia, ejercen lo que puede ser llamado con justicia la profesión indiscreta.
*columna publicada el 19 de marzo de 2025 en El Mercurio de Valparaíso
Con Información de desenfoque.cl