El otoño está presente, pero todavía retiene vestigios del verano. Esta situación plantea una cuestión cada vez más pertinente frente a un clima errático que desafía las clasificaciones convencionales de las estaciones. Temperaturas elevadas en marzo y abril, lluvias esporádicas fuera de la temporada prevista y una notable caída de los fríos días otoñales son solo algunas manifestaciones de un cambio profundo que se ha intensificado en los últimos años.
Según la académica Rayana Santos Araujo Palharini, del Departamento de Prevención de Riesgos y Medio Ambiente de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM), el cambio climático ha alterado los ciclos estacionales. “Ya no es posible hablar de otoños frescos o inviernos bien marcados. La realidad es que estamos asistiendo a un clima cada vez más errático, con temperaturas máximas en meses donde antes predominaba el frío y lluvias que llegan sin un patrón claro”, expone la experta.
Uno de los grandes retos que esto conlleva es la adaptación de la población a estas nuevas circunstancias. “El calor prolongado afecta la salud, la calidad del sueño y la productividad. Las personas continúan expuestas al sol sin tomar las precauciones necesarias, pues psicológicamente siguen vinculando el otoño con temperaturas más frescas. Esto aumenta el riesgo de golpes de calor y deshidratación”, advierte Palharini.
El impacto de estos cambios también se refleja en la naturaleza y la economía. “Las estaciones desordenadas repercuten en la agricultura, el suministro de agua e incluso en el turismo. Si el invierno no presenta precipitaciones normales, el verano siguiente traerá consigo más problemas de sequía y calor extremo”, indica la académica. Además, estos patrones climáticos modifican la flora y la fauna, ya que las especies que antes seguían ciclos regulares ahora deben adaptarse a variaciones abruptas en temperatura y disponibilidad de agua.
Ante esta realidad, la especialista enfatiza la importancia de implementar medidas de adaptación tanto a nivel individual como colectivo. “Es fundamental cambiar nuestra manera de planificar las ciudades, mejorar el acceso a áreas verdes y ajustar las estrategias de salud pública para proteger a la población de los efectos del calor prolongado”, destaca Palharini.
A medida que las estaciones se desdibujan y el clima continúa desafiando los patrones establecidos, se vuelve imprescindible repensar nuestras estrategias de adaptación. “El cambio climático no es solo un fenómeno global; es una realidad que ya está transformando nuestra vida cotidiana”, concluye la académica de la UTEM.
Con Información de desenfoque.cl