Han transcurrido diez años desde que el norte de Chile sufrió uno de los temporales más devastadores de su historia reciente. En marzo de 2015, intensas lluvias provocaron el desbordamiento del río El Salado, desencadenando un aluvión que destruyó gran parte de la ciudad de Chañaral. La magnitud de este evento evidenció vulnerabilidades críticas en la planificación urbana y las intervenciones humanas en la cuenca del río.
El investigador de CIGIDEN y académico del Departamento de Ingeniería Hidráulica y Ambiental de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Cristian Escauriaza, publicó recientemente un artículo científico titulado Efectos antropogénicos sobre los riesgos de inundaciones en una cuenca hiperárida: las inundaciones de Atacama de 2015, en el cual se señala que “la falta de datos de terreno, la geomorfología compleja y las cargas de sedimentos influenciadas por actividades humanas, complican especialmente el análisis de inundaciones en estas regiones”.
A pesar de las limitaciones, el estudio evalúa los factores clave que exacerbaron la inundación en uno de los desiertos más áridos del mundo. Mediante modelaciones numéricas y reconstrucciones de los flujos de detritos, se identificó que la acumulación de relaves mineros y las alteraciones en el cauce del río afectaron la dinámica del desastre. Todo ello con el propósito de generar recomendaciones para la planificación futura y el diseño de alertas tempranas y estrategias de evacuación.
Factores desencadenantes
Con datos recabados en terreno y otras bases de información, el investigador de CIGIDEN y su equipo identificaron los siguientes factores que contribuyeron a este desastre.
La topografía del terreno antes de la inundación amplificó el área afectada. Varias zonas sufrieron inundaciones debido a la gran cantidad de depósitos de relaves y a la proximidad de edificaciones al río, lo que generó una canalización adicional del flujo y aumentó tanto las velocidades como las fuerzas ejercidas por este.
Además, la intensidad de las precipitaciones fue un factor determinante, dado que se trató de un evento lluvioso sin precedentes en una cuenca como la del río Salado, que había estado seca durante cerca de 44 años.
Según el científico Cristian Escauriaza, quien ha centrado parte de su investigación en este desastre, “el evento fue generado por un sistema meteorológico conocido como baja segregada. Este fenómeno ocurrió cuando un núcleo de baja presión fría en altura se trasladó desde el sur y quedó aislado sobre el norte de Chile”, lo que favoreció la formación de intensas lluvias en una región que normalmente es árida.
La relevancia de recordar estos eventos, a través de investigaciones científicas que permitan un análisis profundo mediante tecnologías como imágenes aéreas y satelitales, “es fundamental para evaluar el riesgo de inundación, el manejo de emergencias y la conexión de estos fenómenos con otras amenazas de origen natural que pueden relacionarse con las inundaciones”, concluye el experto.
Foto Chañaralaldia.cl
Impacto de la acumulación de relaves en la inundación
Generalmente, la acumulación de material en cauces intensifica los efectos de las inundaciones, lo cual “incrementa la exposición de viviendas e infraestructura y altera el flujo del agua”, recalca Escauriaza, refiriéndose a los relaves históricos presentes en Chañaral en 2015.
Además, en cuanto a la falta de obras de mitigación, el experto considera que “la carencia de información y análisis condujo a decisiones erróneas en la expansión urbana”. Por ello, recomienda tener en cuenta el conocimiento existente “sobre las condiciones hidrológicas e hidráulicas” de cada zona susceptible a este tipo de amenazas.
Con Información de desenfoque.cl