El 22 de mayo celebramos el Día Nacional de la Memoria y la Educación sobre Desastres Socionaturales, una ocasión que no solo rememora el terremoto de Valdivia de 1960, el más grande en la historia de la humanidad, sino que también nos invita a reflexionar sobre el impacto transformador que la educación y la memoria colectiva pueden tener ante situaciones de desastre.
En el Centro de Investigación para la Gestión Integral del Riesgo de Desastres (CIGIDEN), defendemos que la educación científica comunitaria es esencial. Esta no solo mejora la comprensión de fenómenos naturales y sociales que nos afectan, sino que también facilita la toma de decisiones informadas y motiva la participación activa en la gestión de riesgos y la conservación del entorno. Así, contribuye a la resiliencia comunitaria y al avance hacia un desarrollo más sostenible.
Además, entendemos que la educación no es un proceso unidireccional. No se trata simplemente de transferir conocimiento desde la academia hacia la comunidad, sino de crear espacios de aprendizaje mutuo, donde el saber local, las experiencias cotidianas y los conocimientos tradicionales se integren con la ciencia en igualdad de condiciones. Esta filosofía se refleja en proyectos como la Escuela Comunitaria Ambiental de Cartagena (ECAC), que surgió en plena pandemia y este año celebra su cuarto ciclo, con docentes y estudiantes de la misma comunidad que la fundó. La ECAC es un ejemplo claro de co-creación del conocimiento, territorialización de la educación y compromiso con los territorios.
En este proceso, a menudo son nuestras experiencias personales las que nos motivan a aprender y prepararnos, de ahí la importancia de incluir la educación sobre gestión del riesgo desde la infancia. En mi caso, crecí escuchando relatos de mis abuelos y familiares sobre el terremoto de 1960 en Corral. Estas historias, llenas de miedo pero también de resiliencia, despertaron mi deseo de comprender estos fenómenos y conectar con quienes los viven, estableciendo puentes entre el conocimiento científico y las experiencias humanas. Este legado familiar me inspiró a forjar una carrera centrada en la educación sobre desastres, y como centro, hemos decidido colocar la educación y la divulgación científica en el núcleo de nuestra labor.
El desafío de conectar y comunicar ese conocimiento con las comunidades es complejo para los Centros de Investigación de Excelencia, cuyo propósito principal es generar conocimiento académico. Sin embargo, esta labor es fundamental para lograr un impacto real en las comunidades. Este 22 de mayo, conmemorando el 65.º aniversario del terremoto de Valdivia, se nos impulsa a seguir fortaleciendo esta área y abriendo espacios de encuentro, promoviendo una cultura de memoria activa y aprendizaje colectivo. Para ello, hemos organizado una serie de actividades públicas que nos permiten reflexionar, compartir conocimientos y fomentar una cultura de memoria activa.
Recordar no se limita a mirar hacia atrás; es también una forma de avanzar con mayor preparación, conciencia y empatía. En este sentido, la educación se convierte en nuestra herramienta más poderosa para transformar el conocimiento en acción y la memoria en resiliencia.
Nikole Guerrero, encargada de la Unidad de Vinculación y Educación de CIGIDEN
Con Información de desenfoque.cl