Tras ochenta años de colaboración estratégica, Washington empieza a distanciarse de una Europa a la que acusa de haberse beneficiado de su liderazgo –sobre todo después de la Guerra Fría–, extrayendo un considerable beneficio económico, conocido por algunos como los dividendos de la paz. La nueva Administración estadounidense subraya que Europa deberá defenderse por su cuenta, particularmente con su intención de reorientar su enfoque estratégico hacia China.