El vínculo transatlántico surge como resultado del Tratado de Washington de 1949, estableciendo el compromiso de Estados Unidos de involucrarse en la seguridad de sus aliados europeos de la OTAN frente a un posible ataque de la URSS y sus aliados. Con la desaparición de la URSS, la Federación Rusa ha heredado su estrategia y objetivos. Europa, aunque aún requiere el respaldo nuclear de Estados Unidos, deberá asumir un papel más activo en su defensa convencional, e incluso afrontar este desafío de manera independiente.