Según informes de la NASA y la NOAA, el Sol ha alcanzado el pico de su ciclo de actividad magnética más intenso, correspondiente al ciclo 25 que comenzó en diciembre de 2019. Durante esta fase, se observa un aumento en la cantidad de manchas solares, erupciones y la probabilidad de tormentas solares, fenómenos que pueden afectar las comunicaciones terrestres y satelitales, así como la seguridad de los astronautas.
Este ciclo solar, que tiene una duración aproximada de 11 años, oscila entre periodos de baja y alta actividad. Héctor Socas-Navarro, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias, destaca la importancia de no caer en el alarmismo a pesar de los posibles riesgos como interrupciones tecnológicas o daños en los sistemas de comunicación.
En los últimos meses, la actividad solar ha generado preocupación por sus efectos, pero también ha permitido observar auroras boreales incluso en latitudes inusuales. En mayo de este año, una serie de erupciones solares provocó la tormenta geomagnética más potente en dos décadas.
La comunidad científica continúa investigando el impacto del Sol en la meteorología espacial, aunque las medidas de prevención son limitadas. Actualmente, se pueden detectar tormentas solares con dos o tres días de antelación, pero se requiere una hora antes del impacto para evaluar con mayor precisión su severidad. Mientras tanto, se aplican medidas preventivas como poner satélites en «modo seguro» para minimizar posibles daños.
Con Información de chilelindo.org