En Chile, el eco de Antuco resuena con una justicia que parece más un gesto simbólico que un acto de equidad.
¿Justicia militar o teatro de los privilegios? Al parecer, para algunos, la balanza de la justicia tiene un peso distinto cuando se trata de los uniformados. Recordemos Antuco, un dolor que persiste con una resolución que, más bien, parece una burla a la palabra «justicia».
En 2005, la tragedia de Antuco sacudió al país; 45 jóvenes vestidos de militar perdieron la vida, víctimas no solo del clima, sino también de la negligencia. La respuesta de la justicia militar a este acto irresponsable fue, por decir lo menos, desalentadora. El mayor Patricio Cereceda, responsable directo, recibió una condena de 5 años y 1 día en Punta Peuco, considerado un «penal de lujo».
¿Qué mensaje envía esto? Que puedes ser responsable de la muerte de 45 personas y aún así disfrutar de ciertos privilegios. Incluso más irónico resulta saber que, años después, Cereceda fue contratado por el mismo Ejército para impartir charlas. ¿Es este el modelo de «responsabilidad» que se promueve?
Nuestra justicia militar parece más interesada en preservar un statu quo que en administrar justicia real y equitativa. La impunidad que rodea a ciertos sectores no hace más que debilitar la confianza en nuestras instituciones.
Aprendamos de los errores del pasado. No permitamos que la historia de Antuco sea solo una nota al pie en los libros de historia. Es hora de exigir un sistema de justicia donde todos, sin excepción, sean realmente iguales ante la ley.